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Óleos religiosos

Tres factores destacan en la obra de Rosamaría Pascual de Gámez: el tema alrededor del cual gira su propuesta, la inmaculada factura de cada trabajo y la cantidad de elementos que la integran.  Aparte, en un solo lienzo se encuentra un cromatismo intenso, heredero de toda una tradición imaginera.  Solo que ella la utiliza más bien como un puente para llegar a un destino diferente. En su obra se aprecian los símbolos clásicos de la devoción católica, junto con una miríada de representaciones que, en un contexto estrictamente tradicional, serían heterodoxas.  Sin embargo, no se trata de un conjunto pictórico transgresor, al contrario, es una afirmación de que una impronta individual potencia el significado de este tipo de íconos.  Su trabajo incluye al muralismo, obras de 25 metros cuadrados de superficie que no surgen para nada del azar: cada mural tiene tras de sí investigaciones de su autora, algunas de las cuales, nos confía, la han tocado profundamente.  Un caso, por ejemplo, fue uno creado para una diócesis de Quiché, “al investigar supe del sufrimiento de muchas personas y me cuestioné cómo fue posible que aquello sucediera allá, mientras acá no sabíamos nada”.  Es decir, hay documentación y una búsqueda de redención en ella.  Otro caso es Momentos de la Evangelización en Verapaz, obra compleja, rica en historia, que merece una exégesis detallada, la cual está en este link  Te dejamos el vínculo como referencia.  “Guatemala es un país con fe”, nos dice Rosamaría, “no importa a cual tendencia se pertenezca, lo importante es que todavía cree”.

Rosamaría confiesa que empezó tarde en la pintura.  “Tuve dos maestros, Josefina de Polantinos y Luis Penedo.  Pintaba hasta 10 horas diarias.  Fui descubriendo los secretos por prueba y error, por eso me considero autodidacta.”. -Rosamaría Pascual de Gamez.

 

Por León Aguilera Radford
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