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Sofía Hegel nos cuenta cómo es vivir con anorexia

Tengo 35 años y siempre me ha encantado estar activa y en movimiento. En mi infancia fui muy buena estudiante, hasta que permití que las presiones familiares y sociales llegaran a ser un monstruo en mi cabeza. Mis padres eran profesionales y esto me obligaba a dar más de mí para ser igual a ellos.

Fui una de las niñas populares del colegio, lo cual también representaba una gran responsabilidad, era vista como ejemplo para las demás. La inseguridad y falta de identidad me llevaron a caer en la anorexia.

Estuve internada en las salas de intensivo de distintos hospitales, centros de desórdenes alimenticios y psiquiátricos.”

 

Esta enfermedad ha sido el peor infierno que he vivido, era como tener a tu peor enemigo en la mente todo el tiempo y sin poder contar con un solo segundo de paz. La dinámica consiste en matarte de hambre. Estoy viva como por un milagro, pues llegué a pesar menos de 50 libras teniendo una estatura de 1.65 metros. Estuve internada en las salas de intensivo de distintos hospitales, centros de desórdenes alimenticios y psiquiátricos.

El primer síntoma lo tuve a los 11 años.  Imité muchas conductas como hacer ejercicio a niveles exagerados y dietas extremas. Recuerdo muy bien cuando una vez me pusieron de ejemplo en una clase de ballet, me pasaron al frente y la encargada dijo que todas debían tener el abdomen igual al mío, ¡qué gran presión! En la adolescencia empecé a manifestar conductas aún más extremas como salir a correr en los recreos en lugar de estar con mis amigas, dejé de comer o lo hacía a escondidas porque me daba pena.

No dimensionaba la magnitud del problema. A nivel emocional las secuelas fueron enormes, le hice daño a mucha gente y a mí misma. Mi salud llegó a peligrar en varias ocasiones, estuve conectada a una máquina por más de un año y era alimentada artificialmente. Mi cuerpo llegó a colapsar en tres ocasiones al grado de darme por muerta.

Mis padres fueron mi más grande apoyo. Hicieron todo lo posible para ayudarme a salir. Pese a que tuve todos los síntomas de la enfermedad nunca pensé en el suicidio. El apoyo de mis amigos también fue crucial, siempre estuvieron a mi lado para motivarme. Mi trabajo y mis estudios fueron otros aliados. Dejé que Dios entrara en mi corazón y me involucré mucho en la fe. En una de las reuniones de grupo, una joven de mi edad se acercó para leer la biblia conmigo y eso fue lo que tuvo un cambio trascendental en mí, la palabra de Dios limpió mi mente y corazón. En ese momento dejé de sentir dolor.

Mi mente, corazón y espíritu estaban rotos y mi ser devastado.”

 

Espiritualmente empecé a transformar mi mente, el hecho de entender que alguien ya había dado su vida por mí, me hizo comprender que no tenía por qué seguir en este infierno. Allí comenzó mi lucha por sobrevivir, la enfermedad me había quitado la esperanza y la fe. Mi mente, corazón y espíritu estaban rotos y mi ser devastado. Pero con voluntad y apoyo de mi círculo y sobre todo la fuerza sobrenatural de Dios, he logrado mucho. Este ha sido el proceso más largo y duro que he afrontado en la vida.

Hoy puedo decir que estoy recuperada en la mayoría de las áreas y el proceso ha sido fascinante. Mi alimentación es normal, como de todo, solo evito el gluten y la carne roja, pero hago cinco tiempos de comida. Tengo un buen sistema respiratorio y digestivo. Debo alcanzar las 95 libras, pero aún me falta recuperar masa corporal. Mi sistema reproductor está recuperado, luego de 12 años empecé a menstruar de forma normal, mi matriz se extendió y estoy preparándome para ser mamá. He madurado profesional, física, emocional y espiritualmente. Quiero ser la mujer en equilibrio que Dios siempre quiso que fuera. Me siento gozosa y agradecida con la vida.

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