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Un plato de comida para miles

Aunque la lideresa argentina Margarita Barrientos fundó un comedor de beneficencia desearía que no tuvieran que existir estas ayudas.

Esto no tendría que existir. Lo que debería haber es trabajo digno. Que cada hombre y mujer puedan salir a trabajar. Pero mientras eso no exista hay que seguir’, dice Barrientos en el comedor Los Piletones.

El galpón donde funciona la Fundación Margarita Barrientos está en Villa Soldati, una comuna pobre. Para llegar allí hay que sortear calles de barro y pozos, sembradas con montañas de basura.

Barrientos tiene 49 años y llegó a Buenos Aires sola, con apenas 11, desde la norteña provincia de Santiago del Estero donde nació en una familia indígena toba. En la ciudad trabajó, se casó y hoy tiene 12 hijos. Diez biológicos y ‘dos del corazón’.

Desde que abrió el comedor recibió unos 40 premios y honores de la ciudad, de organizaciones no gubernamentales y de diversas iglesias, como ‘ciudadana ejemplar’, ‘mujer del año’ o ‘ciudadana distinguida’. La lideresa también fue seleccionada entre un pequeño grupo de ‘Mujeres que Cambian el Mundo’, por la organización Mundo Cooperante.

Barrientos solo alcanzó el tercer grado de primaria. Su marido es discapacitado laboral, tiene un hijo con problemas de drogadicción, vive en Los Piletones y sufre casi todas las dificultades de la gente a la que apoya.

La idea de ayudar surgió en 1996, en medio de la miseria que la rodeaba. Se le ocurrió repartir entre sus vecinos sobras de una panadería que su esposo consiguió por caridad, durante su habitual recorrido con un carro recogiendo cartones y otros residuos para vender.

Poco después tenía 15 comensales a quienes les cocinaba lo que tenía. El proyecto creció y hoy hay 30 mujeres que trabajan con ella para atender a unas 1,600 personas cada día, 1,000 de ellos niños, quienes se benefician, además, con otros servicios.

Los gobiernos de la ciudad y el país aportan parte de alimentos y el resto se cubre con donaciones privadas: comida, colchones, ropa, mantas, muebles, computadoras, libros, materiales para la construcción, medicamentos.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, la pobreza en Argentina afecta al 9.9 por ciento de sus 40 millones de habitantes y la indigencia a 2.5 por ciento. Pero estudios privados y sindicales al menos duplican esos indicadores.

Frente al comedor de Barrientos hay más locales de la fundación. Uno es un centro de salud que ofrece servicios de odontología, clínica médica, ginecología, pediatría y kinesiología, además de una farmacia muy bien equipada.

Hay también una fábrica de pastas y una guardería para niños de siete meses a cinco años, donde trabajan nueve maestras pagadas por el municipio. La cocinera y la persona de limpieza son voluntarias.

Barrientos dice que la Asignación Universal por Hijo (AUH) mejoró mucho la situación de las familias. Se trata de una transferencia mensual del Estado a los padres de menores de 18 años, quienes carecen de empleo o tienen uno precario. Son aproximadamente 55 dólares por cada hijo y el requisito es que los niños vayan a la escuela y tengan las vacunas al día.

Pero no cree en la eficacia de esas transferencias a mediano plazo. ‘Casi todos los que vienen al comedor tienen la Asignación y se llevan la comida, pero si todo se les regala no entienden de sacrificios ni tienen incentivos para trabajar’, opinó.

‘Todo les cae de arriba’, dijo, consciente de que el comedor es parte de ese dar sin pedir nada a cambio. ‘Una joven de 15 años, embarazada, ya recibe la Asignación, ¿para qué va a pensar en trabajar?’, se preguntó.

En cambio, quienes sí parecen valorar el esfuerzo son las 30 mujeres que ayudan a Barrientos a sacar adelante el proyecto. No cobran salario, pero son beneficiarias privilegiadas de las donaciones.

‘Las mujeres somos mucho más sociales que los hombres, ellos si no hay plata no trabajan. Pero a la mujer le gusta poner el pecho y llevar la comida a su casa y ayudar a su comunidad. Estas son un ejemplo’, dice emocionada.

Fuente: IPS

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