Obra para mi desolvido

Tras seis años sin exponer, Rolando Ixquiac Xicará, Quetzaltenango, 1947, vuelve a colgar obra en los muros de la Galería El Túnel, con doble significado: obra de reciente cuño y aquellas “conservadas en la intimidad del archivo”.

No se trata de una retrospectiva, explica el artista, sino de una crónica progresiva de su propuesta.  El hilo conductor de este viaje en el tiempo, que incluye obras desde la década de los años 70 hasta el año pasado, es, de acuerdo con él, por “la necesidad de expresarse”.  Su trabajo consigna los horrores de la guerra: cuerpos apilados, huesos, aves con los colores nacionales espantadas por un fantoche que es un esqueleto negro.  Vemos el contraste de la vida rural contra la modernidad, al campesino trabajador, al zoomorfo amenazante…  El vocabulario es tan suyo que difícilmente uno dejaría de identificar la obra aunque no estuviese firmada.  Aparte, hay una profusión impresionante de calabazas en la obra reciente.  “Es un elemento que le permite a uno enriquecer su atmósfera y aportar símbolos nuevos.  La calabaza no es muy usada, no de esta manera.  Son factores naturales que producen identidad”.  Ese es otro de los ejes de su obra, explorar nuestra propia identidad.  Resultado de una mano maestra, una estética sólida e incuestionable, el arte de Rolando Ixquiac Xicará desafía la imaginación, estimula el sentido crítico e impulsa indagar en el porqué de nuestra historia reciente.  Ixquiac Xicará estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, ENAP, y posteriormente en París, Francia.  Su obra cuelga en museos y colecciones privadas en varias partes del mundo.

“El arte en realidad, el verdadero arte, en mi opinión, está nutrido de todo: de economía, de política, de historia, de militancia, es decir, la militancia autóctona está en
mi obra”.

Por León Aguilera Radford 

Fotos Cortesía
Galería El Túnel