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El placer de leer

 
 

¿Cuántas veces has leído una historia, una y otra vez, hasta aprendértela de memoria y convertirte en ellas? Como escribiera Ray Bradbury en su Fahrenheit 451 sobre los hombres-libro, cuya misión era preservarlos por medio de la memoria para trasladarlos a las nuevas generaciones, con la esperanza de reimprimirlos algún día.

Te has cuestionado alguna vez, ¿cuál es ese placer de leer? ¿Por qué hay personas que prefieren dejar de lado otras actividades para pasar horas inmersas en la lectura? Si le preguntas a alguien cercano a ti con estas características, seguramente te responderá que su afición comenzó desde su niñez. Nada de extrañar, si se toma en cuenta que es un hábito fomentado en el seno del hogar, puesto que son los abuelos, los padres o los hermanos mayores quienes inducen a este vicio llamado lectura.

 

La escritora y Premio Nacional de Literatura, AnaMaría Rodas, recuerda que fue su madre quien todas las tardes les leía a ella y a su hermano algún capítulo de un libro. “Nos leía por el placer de mostrarnos cuestiones que estaban más allá de las cuatro paredes de la casa, de Guatemala, ¡qué se yo! La biblioteca de mis padres ocupaba una pared entera de la sala. La recuerdo con inmenso cariño”. Ese contacto directo con los libros es lo que primero atrae a los niños, por curiosidad en algunos casos o por buscar refugio, en otros.

La escritora Denise Phè-Funchal comenta que desde los “10 años decidí refugiarme en la biblioteca del colegio. Aprendí a explorar los libros y a disfrutar sola de la lectura”, mientras el escritor Ángel López Santizo recuerda que su primer contacto con los libros, lo hizo con una serie de cuentos, adivinanzas y leyendas. Liggia Elena García, muralista y ávida lectora, dice: “cuando leo me siento como un sileno, llena de divinidades por dentro, siento que me adueño de un microcosmos estéticamente completo y que tengo el poder de un mundo de símbolos”.

“La lectura pone a funcionar ese aparato que no siempre ejercitamos de la mejor forma y alcual llamamos cerebro.” Angel López Santizo.

Los editores coinciden en que a pesar del crecimiento de la oferta en los últimos tiempos, el mercado es relativamente pequeño y está concentrado en la capital, como asegura Raúl Figueroa Sarti, editor de F&G Editores. Pero esa restricción es comprensible si se toma en cuenta que “durante muchos años el mercado de libros estuvo reprimido por razones políticas. Sin embargo desde 1996, a la vez que se eliminaban las restricciones a su importación, el interés de los guatemaltecos por la lectura ha ido en incremento”, asegura Philippe Hunziker, de Librería Sophos.

No obstante este crecimiento, dice Figueroa Sarti: “nuestras bodegas crecen, así como los impuestos que debemos pagar por tener los textos ahí”. Impuestos a los que también alude el librero y editor Jesús Chico, de Artemis- Edinter, al decir que Guatemala y Chile son los únicos países del continente en donde se grava con IVA a los libros.

Entre alfabetas funcionales

Aunque parezca contradictorio, según Jesús Chico, de Artemis- Edinter, Guatemala es el país de Centro América en el cual se venden más libros de texto, pero solo es el dos por ciento de la población la que compra otro tipo de lectura. Un porcentaje pequeñísimo, si se toma en cuenta que somos más de 14 millones de habitantes y una tasa de analfabetismo del 16.73 por ciento que aún impera en nuestro país. Mas, saber leer y escribir no significa que se comprenda lo que se lee.

María del Carmen Deola, de Editorial Santillana, comenta: “hay un gran porcentaje de alfabetas funcionales y el grado de desarrollo económico y social impide que la población tome el libro como parte de la canasta básica”.

El alfabeta funcional es aquella persona que sabe leer y escribir, pero tiene una deficiente comprensión de lectura. Le cuesta entender un contrato, interpretar un artículo o incluso leer instrucciones y seguirlas. Esta condición no tiene que ver con el estatus social o el grado académico. Un reflejo que se ve en los graduandos de los últimos años, quienes han demostrado tener una baja comprensión de lectura en las evaluaciones anuales. La experta Frieda Morales anota que, según las estadísticas del Ministerio de Educación (Mineduc), el nivel de lectura de los jóvenes está al 21.5 por ciento.

De seguro, esa es la razón por la cual el Mineduc está dedicando sus esfuerzos para promover la lectura con el proyecto Leamos Juntos. Este tiene la finalidad de propiciar espacios de discusión en la familia e incentivar la creatividad en los niños, a través de los cuentos. Desarrollar competencias lectoras en los estudiantes bilingües y monolingües, de todos los niveles educativos. Promover por medio de la lectura, la reflexión de los valores universales. Favorecer la creación y el uso de estos materiales y bibliotecas en los centros educativos del país y mejorar el rendimiento académico en este tópico.

Una forma creativa de resolver una situación que cada vez se vuelve crónica, si se toma en cuenta que algunos de los entrevistados coincidieron en que el problema está en obligar a los jóvenes a leer o utilizar métodos pasados de moda que, en lugar de incentivar el amor a la lectura, provocan rechazo. Entonces, ¿qué se hace con la nueva generación digital? En este sentido, el escritor Julio Prado indica que afirmar que los jóvenes no leen es incorrecto, porque leen más. “La comunicación en internet lo promueve. Veo a la generación de mis padres y abuelos y ellos sí que no leían. El acceso a la cultura antes no se los permitía”.

Si los jóvenes leen más: ¿Qué leen? ¿Cómo lo hacen? El diario español La Vanguardia, citando a uno de sus entrevistados de la Universidad Rey Juan Carlos, comenta que es difícil que los jóvenes lean porque están acostumbrados a obtener la información a través de soportes audiovisuales. “Leer conlleva un proceso mental más costoso que visualizar imágenes, porque estas pueden almacenarse pero no requieren de procesamiento y reflexión”, dice el profesional. Además, en su investigación, el medio anota que la juventud está expuesta a observar el mundo desde su profundidad y pluralidad de puntos de vista, a discriminar la consistencia de las fuentes. No tiene el mismo impacto una información sobre sexualidad, belleza o filosofía en un blog anónimo, que en una publicación especializada de una universidad.

También hay que tomar en cuenta que la masificación de la tecnología ha permitido que los jóvenes lean desde una computadora, una tablet, o hasta en un teléfono celular; que escriban o participen en blogs, redes sociales y su acercamiento a lo impreso sea a través de lecturas consideradas como ligeras por los adultos, porque en la mayoría de casos lo que les gusta son cómics o revistas dedicadas a su grupo objetivo.

En esta generación, el papel no es tan necesario y los formatos .pdf, .jpg, .pgn, .doc, .txt y otros, son de los más utilizados para acceder a los libros. En este sentido, Hunziker dice: “libreros y editores debemos encontrar formas creativas de hacer de la lectura un entretenimiento más atractivo y, sobre todo, separarnos de aquella idea según la cual esta equivale a estudio, a escuela, a tareas, en fin, a obligación”. Y para la editora Deola se hace necesario buscar espacios no tradicionales, para que el libro llegue al lector, no que el lector tenga que ir tras su búsqueda.

Tal vez a eso se debe el éxito que han tenido los libros electrónicos. Por ejemplo, hay sitios en los que se pueden leer textos gratis en la computadora o el iPad. Hay editoriales, como Santillana, que están comenzando a vender ejemplares digitales en español para complacer a la audiencia digital aunque, como dice Rodas: “he probado a leer libros electrónicos, pero debo ser un dinosaurio porque me hacen falta las hojas de papel, el olor a tinta, las tapas de los libros, los lomos. No se hicieron para mí los artefactos en los que se descargan esas obras”. Pero un medio no excluye necesariamente al otro, según estima el escritor y artista Juan Pensamiento: “Lo mío, cuando era pequeño, eran los libros y la tele, ambos igual de importantes e influyentes”.

POR DÓNDE EMPEZAR

“Lean, pero nunca con límites de ningún tipo. Hay que dejar libre al lector, que la obra le indique los tiempos, que no sienta la obligación de leer; que los personajes de la obra que está en sus manos lo lleven al “otro lado” y allí descubrir por sí mismo el mundo de las letras”. Juan Mireles, escritor mexicano.

“Leer, por lo pronto (escribió Jorge Luis Borges), es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más intelectual”. El psicólogo Jorge Aldana gustaba citar el caso de un hombre, quien se cuestionó su desapego a la lectura y decidió remediarlo: en salas de espera, viajes en transporte público, incluso antes de que empezaran las funciones de cine, se dedicó a leer con ahinco. Al cabo de cinco años “se sabía una biblioteca entera”, decía el profesional.

Sin embargo, cuando te detienes frente a una biblioteca, el escaparate de una librería o tan solo un libro muy voluminoso, es válido que te preguntes: ¿Por dónde empiezo a leer? Simple, te dirían el periodista y escritor francés Louis Pauwels y el físico Jacques Bergier: “En caso necesario, sáltense capítulos, empiecen por donde les plazca, lean en diagonal: este es un instrumento para múltiples usos, como los cuchillos de los excursionistas”. Pero el bloguero Miquel P. León Padilla, en Diario de un cura de aldea, advierte contra una lectura desordenada, haciendo eco de aquel consejo que daba Francisco de Quevedo en El buscón: “Dios te guarde del mal libro…”.

El librero Jesús Chico García divide las obras en textos, técnicos y de ocio. Obviamente te recomendamos las tres categorías, porque no hay mejor forma de informarte que por medio de la lectura. Mortimer J. Adler y Charles van Doren, en cambio, te ofrecen un método basado en un ciclo, para que leas con orden las obras más importantes de la literatura, en Cómo leer un libro, publicado en 1940 y convertido en un clásico que ha sido actualizado para el lector de hoy. Por eso, se subtitula “La guía clásica para una lectura inteligente”. Conclusión, tienes dos caminos: empezar por donde te plazca o seguir un método como el propuesto por Adler y Doren. O también podrías unirte a un club de lectura y comenzar por ahí.

2EL CINE Y LOS LIBROS

Han sido como hermanos, como madres e hijos y hasta como rivales, dispuestos a mutilarse mutuamente: el cine se ha nutrido de la literatura y ha llegado a crear tendencias en ella. “El debate sobre la relación del cine con la literatura es tan viejo como el medio mismo”, escribe Carsten Strathausen en su ensayo The Relationship between Literature and Film: Patrick Süskind’s Das Parfum. Si viste la película El Perfume, basada en la novela de Süskind, esta estuvo en la mira de varios directores durante muchos años.

El crítico Enrique Martínez-Salanova Sánchez, en Cine y Literatura, expresa que “de alguna manera, estas dos disciplinas tienen un mismo objetivo: contar historias, y uno de sus elementos básicos ha sido el mismo: la palabra”.

El nacimiento de un imperio, la segunda parte de 300, se basa en un relato de la historia griega. Así sucede con 47 Ronin, que cuenta una épica del Japón medieval. La guerra de los mundos de H. G. Wells, ha sido fuente para adaptaciones al cine y para un famoso programa de radio. Sin ir muy lejos, varios relatos de la Biblia han sido representadas, como Pasión, Los 10 Mandamientos o Noé.

Terror y ciencia ficción han llegado a la gran pantalla desde Drácula, de Bram Stoker, a Carmilla, de Joseph Sheridan LeFanu; o Entrevista con el vampiro, de Anne Rice, y Twilight, de Stephanie Meyers. Minority Report se debe a las novelas de Phillip K. Dick, igual que Blade Runner, y no podríamos dejar de mencionar a Harry Potter, cuyos siete libros, de J. K. Rowling, fueron llevados al cine: la franquicia más taquillera de la historia, seguida por las adaptaciones de las novelas de James Bond, de Ian Fleming. Otro aporte de la literatura fantástica al cine es El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien.

“Un texto tiene que provocarme y emocionarme, para que me guste”, Julio Prado.

 

LAS MUJERES Y LA LITERATURA UNIVERSAL

“Mortales: fornicad, joded sin pena, que la salud sin esto nunca es buena. Joded por la mañana y por la tarde y de solo joder haced alarde”. Josefa García Granados, guatemalteca del Siglo XIX.

“Hombres necios que acusais a la mujer sin razón…” ¿Quién no conoce esta línea de Sor Juana Inés de la Cruz, aunque sea por haberlo vuelto un estribillo popular? Pues ella encubre una historia fascinante que nos remite a una de las fuerzas narrativas más poderosas: la voz de las mujeres.

Escritoras, novelistas, ensayistas, poetas y narradoras, son tantas, que los diccionarios biográficos dedicados al tema son más de 100. Y escritoras han existido desde tiempos griegos, a Safo de Lesbos se debe la palabra lesbianismo, por sus ardientes poemas de amor a otra mujer. De la Edad Media nos quedan textos escritos por mujeres, como Christine de Pizan.

En el Renacimiento, las mujeres jugaron un papel muy importante y lograron una mejor educación. A esta época pertenecen la mexicana Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, cuyo influjo se ha hecho sentir a lo largo de los siglos.  Juana de Maldonado, antigüeña, se considera la primera poeta de la región centroamericana.

El siglo XVIII vio el surgimiento de escritoras tan famosas como Jane Austen, autora de Sentido y sensibilidad, llevada al cine; Orgullo y prejuicio o Emma; o menores, como Gabrielle- Suzanne Barbot de Villeneuve, autora de La Bella y la Bestia. El siglo XIX tuvo otra explosión, desde literatura ligera, como Mujercitas, de Louise May Alcott, a pesadas consideraciones que involucraban bioética, teología y filosofía: Frankestein, de Mary Shelly. En poesía encontramos a Emily Dickinson y en América Latina se destacaron muchas autoras, que son motivo de un magnífico estudio editado por Sara Beatriz Guardia: Escritoras de América Latina en el siglo XIX. Y no hay que olvidar a las guatemaltecas Vicenta Laparra de la Cerda, María Cruz o Dolores Montenegro.

En el siglo XX, la mujer ya escribe con plena libertad y autoridad. Desde fantasía hasta erotismo, ensayo, ciencia y romance.

Virginia Wolff, Violet Leduc, Pauline Reage, Anäis Nïn, entre otras, causaron escándalo, pero quedaron como paradigmas de libertad. El feminismo se afincó con Simone de Beauvoir, Susan Sontag o Gloria Steinem.

Este fue el siglo que dio a la primera mujer Nobel de literatura en América Latina (la única hasta la fecha): la chilena Gabriela Mistral.

Guatemala fue prolífica. Se cuenta con una plétora de escritoras que abrieron brecha en varios campos, como Luz Méndez de La Vega,
que aparte fue una destacada académica e investigadora, crítica y poeta.

Ana María Rodas, quien rompió paradigmas con su Poesía de la Izquierda Erótica, o la poesía de Romelia Alarcón Folgar. Aparte, hay un ejemplo de literatura-transgresión que, como Rimbaud, decide vivir más allá de los límites impuestos por sus propias creaciones: María de los Ángeles Ruano. Como ves, tienes tarea para leer y empaparte con nuestra literatura femenina.

Leer es vivir

En lo que sí están de acuerdo los intelectuales entrevistados es que la lectura tiene muchos beneficios. De hecho el Mineduc, como una justificación de su programa Leamos Juntos, argumenta”(…) es una competencia fundamental para la vida y se hace instrumental en la comunicación, tanto en el ámbito escolar como fuera de él: ésta contribuye al ejercicio de la ciudadanía y al éxito escolar(…)”

Y a todos quienes gustan de leer confirman que los libros les han ayudado a mejorar su ortografía, vocabulario, redacción y habilidades de comunicación. Ana María Rodas recalca “es una puerta a países, regiones del otro lado del mundo. En los libros podés vivir las vidas de miles de personas y aprendés tantas cosas que sólo estás leyendo por placer”

El librero Philippe Hunzinker dice que por la lectura accedemos a conocimientos a los que vemos de manera superficial. “Se ha demostrado que leer nos relaja mucho más que el simple reposo. Pero tal vez lo más importante sea que leer nos deja vivir más vidas que la nuestra, tan trágicamente limitada por el espacio y el tiempo”, finaliza.

Juan Pensamiento lo apoya: “Hay literatura importante porque propone nuevas formas de narrar o transmitir. Otra, siembra una semilla de algo en las mentes o corazones que estén abiertos a ello (lo cual es arma de doble filo). Otra literatura simplemente entretiene…” Y para el lector Víctor González, “la importancia de la lectura es a nivel de esencialidad.”

Se debe destacar que los expertos anotan a un impacto más profundo, porque se le añaden sentimientos, razón, magia e imaginación. Según María del Carmen Deola: “es la que nos hace seres más completos y complejos. Por eso es triste que muchas personas se pierdan esta otra parte y se queden solo con la funcional, ya que dejan de ser”

 

Leer es lo mejor que me ha pasado en la vida. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros… El motor del progreso, ni siquiera existiría”. Mario Vargas Llosa

 

 

Por Silvia Lanuza y León Aguilera
Ilustraciones: Gerber Sarazúa 

 

 

 

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