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La discriminación es un delito

Lastimar la dignidad de las personas al excluirlas o agredirlas verbalmente por su condición de género, etnia, raza, religión, edad, capacidad, condición socioeconómica o política tiene un nombre: discriminación. Este delito ha afectado principalmente a la mujer por el simple hecho de serlo, y cobra más peso cuando ésta es indígena y pobre.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, discriminar significa excluir, dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, y otros. En los últimos años este tema ha cobrado importancia porque se ha demostrado que tiene repercusiones en la vida de las víctimas a nivel emocional y en su desarrollo personal.

En Guatemala la discriminación ha sido tipificada como un delito, según el artículo 202 del Código Penal, con prisión de uno a tres años y multa que oscila entre los Q500 y Q3,000. La norma incluye ‘toda forma de distinción, exclusión, restricción y/o preferencia, basada en motivos de género, raza, etnia, idioma, edad, religión, situación económica, enfermedad, estado civil, o en cualesquiera otro motivo, razón o circunstancia o motivo que impidiere o dificultare a una persona, grupo de personas o asociaciones el ejercicio de un derecho legalmente establecido incluyendo el derecho consuetudinario o costumbre, de conformidad con la constitución Política de la República y los tratados Internacionales en materia de derechos humanos’, explica la abogada Claudia Josefina Chopén Raxtún, asesora jurídica de la Comisión Presidencial contra la Discriminación y el Racismo contra los Pueblos Indígenas, Codisra.

Sin embargo, toda mujer ha sido víctima de discriminación de alguna manera en las diferentes etapas de su vida, explica la psicóloga Lucky López Angulo, de Dinámica Empresarial. Por el solo hecho de ser mujer se discrimina desde el hogar asignándole tareas diferentes a las de los hermanos varones, consideradas propias del género femenino. Más aun si la mujer pertenece a una clase trabajadora o vive en extrema pobreza, deberá conformarse con las pocas oportunidades que la vida o su contexto social (familia y comunidad) le permitan. Por ejemplo, una niña indígena o de muy escasos recursos difícilmente recibirá educación primaria y lo más seguro es que se convierta en niña trabajadora. No tendrá el derecho de disfrutar su niñez y es probable que poco después de su menarquia, o primera menstruación, quede embarazada, y en lugar de jugar con muñecas empezará la ardua tarea de la maternidad, agrega López.

Rosa María Tacan Vásquez, comisionada de Codisra, explica que la discriminación afecta la parte más sagrada de un ser humano, es un atropello a su dignidad. De allí se conforma la materialización del racismo, afectando al espíritu de las personas. Es difícil entenderlo, porque cuando las mujeres lloran, sufren, se deprimen o se aíslan por la forma como son tratadas, son objeto de comentarios peyorativos, por lo que muchas veces prefieren evitar la denuncia. Así como es difícil probar el acoso sexual, tampoco es fácil probar la discriminación ni cuánto afecta.

En el ámbito laboral es común que a la mujer se la discrimine por su edad y género, pagándole menos por servicios o puestos similares a los que desempeñan los hombres. Además existe un doble estándar en cuanto a cómo se juzga el carácter de las personas: a un hombre autoritario se le considera ‘buen líder’, pero a una mujer que presenta las mismas características, no. La exclusión también se manifiesta por la discapacidad, orientación sexual y religión; por ejemplo, cuando a una persona se le niega el acceso a algún servicio por no pertenecer a la misma religión, o peor aún si se obliga a los empleados a participar en actividades o eventos religiosos, explica Alejandra Colom Bickford, coordinadora del programa Population Council Guatemala.

Está demostrado que la discriminación es un obstáculo para el desarrollo de las mujeres, al impedirles el acceso a servicios básicos como la salud y la educación. Las consecuencias repercuten no solo en los individuos que quedan marginados de los servicios, sino en las familias, comunidades y el país en general, pues al final se eleva el porcentaje alto de población limitada en sus necesidades básicas. Si éstas no se satisfacen, disminuye no solo la productividad, sino el eficaz ejercicio de otros derechos como la participación ciudadana, la democracia y la justicia.

Yi1118272151240La autoestima por los suelos

Toda persona tiene en su banco de memoria necesidades no resueltas y eso es detectable por otros. Esos faltantes pueden ser el disparador para permitir a otros la discriminación en todo el sentido de la palabra. Definitivamente, la discriminación es un obstáculo para su desarrollo profesional. ‘Ser discriminada nos convierte en víctimas de violencia laboral, acoso sexual y violencia intrafamiliar’, añade la psicóloga López.

En opinión de Colom Bickford, cuando la discriminación es un problema estructural e histórico, como en Guatemala, es fácil entender que ser víctima de discriminación socava o impide el desarrollo de una autoestima sana en las personas. Esto afecta sus relaciones interpersonales, la visión de sí misma y las posibilidades de gozar de sus derechos como ciudadana y ser humano.

La antropóloga Guisela Mayén, en su informe Luces y sombras en la lucha contra la discriminación racial, étnica y de género en Guatemala, explica que las prácticas identificadas en los casos investigados sobre este tema, así como las expresiones e insultos racistas y discriminatorios, generan en las víctimas: menoscabo de su dignidad, daño psicológico, disminución de la autoestima, frustración, impotencia, estados depresivos y automarginación.

En los exámenes, entrevistas y peritajes psicológicos sobre el estado mental de sujetos afectados por discriminación, practicados por el Ministerio Público y el Instituto Nacional de Ciencias Forenses, Inacif, se identificaron diversas consecuencias que pueden manifestarse total o parcialmente en ellos. Algunos ejemplos son ‘llanto constante, nerviosismo, irritabilidad, temor, decepción, pesadillas, humillación, baja autoestima, tristeza, abatimiento, desesperanza, dificultad para concentrarse, ansiedad, pensamientos intrusivos de los hechos y perturbación emocional al recordarlos. También, como consecuencia del daño psicológico algunas víctimas presentan alergias, sudor, frío, dolor de estómago, dolor de cabeza, dificultad para dormir, calambres en las piernas y mareos, todo eso provoca cambios en la vida social, laboral o familiar’.

La autoestima de la mujer se ve muy afectada si la sociedad (medio laboral y social) la rechaza por el hecho de ser mujer. Pero si este rechazo viene del medio familiar, o sea de los padres y hermanos, entonces es todavía peor, porque afecta su afectividad, explica la psicóloga Gina Dueñas, consultora peruana.

Desde el inicio de la historia de la humanidad se estableció que el castigo para los que obraban mal era la separación de la sociedad, de su medio familiar y se les ponía en prisión. Este castigo es en realidad lo más duro que le puede pasar al ser humano, vivir separado. Esto explica un poco el sentido de la discriminación: apartar a alguien de la sociedad por su condición de mujer es algo doloroso que quizás no sea fácil de sobrellevar. Esto al cabo del tiempo puede conducir a estados depresivos profundos.Las guatemaltecas deben empezar a revalorizarse y descubrir su importante papel en la sociedad. Vivir convencidas de que sin ellas nada es posible, que son parte integral por derecho natural de la sociedad. Y todo aquel que actúe o infrinja este principio está equivocado, agrega Dueñas.

Cuando la mujer se desarrolla satisfactoriamente en todas las áreas de su vida (hija, hermana, amiga, novia, esposa, madre, profesional o empresaria) logra desarrollar un criterio propio con alta autoestima. Es capaz de defenderse de la discriminación en todas sus manifestaciones sociales. De ahí la importancia de fortalecer su carácter y desarrollar una autoestima asertiva, subraya López.

Yi1118272151253Conocer la historia es una prioridad

Es importante tratar el tema de la discriminación desde diversos ámbitos con el afán de entenderla y asumir el compromiso de erradicarla. Los prejuicios tienen raíces muy profundas y es necesario entenderlas primero para luego conocer cómo han evolucionado dichas manifestaciones discriminatorias. En Guatemala existen muchos mitos que pretenden explicar por qué los pobres son pobres, o por qué los indígenas están en desventaja. Estos mitos contienen explicaciones racistas y clasistas que han sido ampliamente refutadas, pero que continúan vigentes en Guatemala. El primer paso es educarse sobre estos prejuicios y despejar estos mitos, asegura la antropóloga Alejandra Colom Bickford.

Además de educarnos al respecto, tenemos una responsabilidad ciudadana de reaccionar cuando somos testigos o víctimas de discriminación. Hay cosas simples, como cuando estamos esperando por algún servicio y dan preferencia a una persona por su etnia o nivel socioeconómico. Podemos ignorarlo o hacer notar al dependiente que su obligación es respetar el turno de los demás. Si somos víctimas de esta discriminación, es nuestra responsabilidad detener ese proceso, si somos testigos, al menos manifestarnos. Si nos volvemos intolerantes respecto a la discriminación, eventualmente cambiaremos los paradigmas actuales, agrega la antropóloga Colom.

También existe una amplia gama de acciones legales para exigir respeto y hacer valer la justicia. La discriminación puede denunciarse en instituciones como la Comisión Presidencial contra la Discriminación y Racismo, Codisra; la Policía Nacional Civil o el Ministerio Público. A la fecha se han logrado tres sentencias condenatorias, una absolutoria y varias sentencias administrativas. Muchos otros casos están en proceso.

Por Margarita Pacay

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