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Mujer, implícito deber

‘Desde muy pequeño por alguna razón me ha preocupado la agresividad o la agresión hacia la mujer exigiéndole entrar dentro de ciertos estereotipos.

En nuestra sociedad constantemente se escuchan comentarios fuertemente machistas, sin importar la clase social de quien los expresa, que refuerzan ese tipo de imposiciones a la mujer.

Y yo de alguna manera quería demostrar mi desacuerdo con ese tipo de situaciones’.

Así explica el fotógrafo Gustavo Valle (Costa Rica, 1972) esta colección compuesta por 11 retratos de mujeres, cada uno titulado con un nombre femenino, representados por una misma modelo: Paulina Segura, su esposa.

Sus contenidos son de fuerte denuncia y aunque utiliza una paleta opaca su impacto visual golpea hasta llegar a la conciencia.

Además, Valle es amante del gran formato y estos retratos de 2.5 X 1.5 metros atraen la mirada hacia ellos con fuerte intensidad.

Se trata de un ensayo fotográfico ilustrado sin piedad ni medias tintas, porque lo que denuncia es un hecho cotidiano, sordo, que corroe con lentitud la autoestima de la mujer que vive en cualquier cultura en donde predomine el machismo. Él lo llama ‘el deber ser’ y pone como ejemplo a mujeres que cambian su aspecto físico con tal de complacer a otro o que se rebajan para cumplir con un rol social o histórico. En uno de sus retratos, por ejemplo, se ve a una madre sosteniendo a su hijo en brazos, pero con los pies encadenados. Es inevitable, después de verlo, ponerse en los zapatos de quienes ahora son víctimas de un proceso histórico que ha justificado la agresión y el desprecio de su derecho a ser ella misma. Por fortuna hoy, artistas como Valle siguen el sendero iniciado por Mary Wollstonecraft en el siglo XVIII.

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‘En los retratos de Gustavo Valle no hay espacio para la condescendencia, solo para que la duda instaure, una vez más, las condiciones para un nuevo diálogo, generador de nuevas miradas’.
Xiomara Zúñiga, Curadora.

Por León Aguilera Radford

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