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Tres mujeres que trabajan para empoderar a otras mujeres

Dar vida es algo propio de una mujer pero su impacto en la sociedad va mucho más allá.

Empoderar es probablemente la palabra que une a estas tres mujeres que elegimos para conmemorar el Día de la Mujer, cada una en un área diferente y en una etapa distinta de la vida. A las tres las impulsó el amor por la vida y la maternidad las marcó de alguna manera.

A Annie Morales la inspiró su hija Mia quien vivió poco tiempo, pero su energía se transformó en un proyecto que  busca el empoderamiento de las niñas a través de fortalecer su autoestima. Como maquillista profesional reconoce que verse y sentirse bien es algo importante, pero en algún momento descubrió que ambas cosas no están al alcance de todas y que darles herramientas a las niñas es algo que incide en su futuro.

Elsa Chutá Gabriel salió de San José Poaquil cuando tenía 17 años y se fue a estudiar a México para ser partera. Regresó y dentro de su labor, además de ser partera y docente, brinda orientación a jovencitas, asesora una red de parteras de su comunidad e imparte talleres.

María Pachecho comenzó trabajando en San José Poaquil, coincidentemente, y vio la necesidad de muchas mujeres. Cuando ella les preguntó qué necesitaban para salir adelante y que sus hijos lograran desarrollarse, le solicitaron ayuda para vender lo que producían. Así comenzó una labor que ha impactado a muchas comunidades.

Se puede dar luz de diversas maneras y como dice Pacheco “ detrás de una gran mujer hay muchas mujeres apoyándola”.

Annie Morales:

“APRENDÍ QUE NOSOTRAS, ENTRE LOS 9 Y 11 AÑOS ENCONTRAMOS NUESTRO LUGAR

EN EL MUNDO”

Maquillista profesional que ha descubierto en el empoderamiento de niñas una valiosa herramienta.

Verse bien y sentirse bien son dos características que van de la mano en su trabajo.  La inspiración  de Annie Morales surgió al nacer su hija Mia.

Descubrió que para empoderar a las niñas es necesario darles herramientas que les servirán en su vida adulta.

Recién graduada  se fue a Estados Unidos a estudiar una carrera de estilismo y se sumergió en la cosmetología.

¿CUÁLES FUERON ESOS PRIMEROS PASOS AL REGRESAR A GUATEMALA?

Abrí mi primer estudio. De hecho, fue el primer estudio de maquillaje que se abrió en Guatemala. Fue un éxito.  Fui a lugares, a ferias y conocí Make-up Designory (MUD). Lo que me gustó de esta línea es que es una academia formal, tiene pensum, me encantó que la línea de maquillaje está pensada y diseñada para maquillistas profesionales.

¿MUD, COMO SU ESTUDIO?

Sí, traje la representación de Make-up Designory a Guatemala. De hecho, fue el primer estudio que ellos abrieron fuera de Estados Unidos porque ahora Make-up Designory tiene estudios en todo el mundo. Soy asesora de ellos y quien los apoya en todo el tema de Make-up Designory para Latinoamérica.

¿CONSIDERA QUE HACER SENTIR BIEN A LAS MUJERES POR MEDIO DEL MAQUILLAJE ES SU PRINCIPAL LABOR?

Sí, definitivamente. Ahora con todo este nuevo proyecto de She me doy cuenta que lo que he buscado, en realidad, es lo que me hacía falta a mí: sentir confianza en mí misma, sentirme contenta de la imagen que veo en el espejo, que está bien conmigo, en paz, tranquila.

¿CÓMO COMIENZA EL NUEVO PROYECTO?

Comienza a raíz de la muerte de mi hija Mia, hace dos años, por eso se llama She, por ella. Estudié en un colegio solo de mujeres. Me enfocaba siempre en el drama, en los chismes, en los sentimentalismos, vivía con mucha culpa, lloraba por todo. Nunca estaba al 100 por ciento satisfecha de ser mujer, por eso no quería  tener hijas. Mi primer hijo es hombre, así que súper bien. Mi segundo embarazo, yo juraba que iba a ser Santiago. Cuando me enteré que era mujer pensé voy a llegar tarde a todos lados y en el drama de tener a alguien en la casa llorando por todo.

¿QUÉ LA HIZO CAMBIAR DE FORMA DE PENSAR?

A los tres días de nacida la nena nos enteramos que tenía una condición cardiaca. Le hicieron dos operaciones a corazón abierto pero lamentablemente falleció. Estuvimos 20 días en el hospital. En ese tiempo que estuve con Mia le decía todas las cosas grandes que iba a hacer. Yo miraba en ella a una mujer súper segura. La veía feliz, con una vida plena. Nos miraba juntas haciendo un montón de proyectos. Nunca pasó por mi mente que se iba a morir. Cuando se murió, lo primero que pensé fue: el mundo se quedó sin Mia.

¿QUÉ ALTERNATIVA ENCONTRÓ PARA MANTENER VIGENTE SU RECUERDO?

Fue algo como con Making Faces, no fue algo planificado sino algo que comencé a hacer. Primero, me di cuenta cómo había cambiado mi mentalidad hacia la mujer. Antes de que naciera mi bebé todo era gris y después de eso todo era de mujeres fuertes, felices, seguras de ellas mismas. Empecé en una búsqueda de cómo podía yo empoderarme a mí misma.

¿CÓMO DESARROLLÓ ESE TRABAJO?

Empecé con el blog See Her Empowered (SHE). Ya no está, evolucionó al programa de niñas.  Tuvimos el lanzamiento. Pensé en una reunión de unas 30 personas, pero  llegaron 500 personas. Ahí me di cuenta de que las mujeres teníamos necesidad de algo así.

¿CÓMO FUE EL PRIMER EJERCICIO EN EL CAMINO DEL EMPODERAMIENTO?

Compré un programa y me hice miembro de distintos grupos de niñas en Estados Unidos y en Chile. El programa se llama Girl Life. Ahorita ya vamos por la quinta temporada.

¿EN QUÉ MOMENTO COMENZÓ A AMPLIAR EL CAMPO DE ACCIÓN DE SHE?

Una fundación me invitó a dar una clase  en el interior. Decidí llevarme a unas niñas que habían estado en el curso. Fue una dinámica linda que ellas compartieran con niñas de su misma edad en otras condiciones. La actividad manual iba a ser decorar una foto de ellas y ponerles un espejo. Pero, me impactó  el momento cuando puse el espejo frente a la niña y le dije mírate a ti misma y di soy linda. La reacción fue que ellas no se pueden ver al espejo, les da vergüenza. Tienen la misma edad, de seis a nueve años, pero parecen niñas más pequeñas que han estado opacadas.  Ahí surgió el programa Vida de Niñas. Girl Life  es el programa pagado con el cual recaudamos fondos para Vida de Niñas.

¿CUÁL HA SIDO EL RESULTADO?

Más de 30 niñas  han recibido el curso de Girl Life y tenemos un aproximado de 50 niñas que han recibido los talleres porque no he podido convertirlo en algo que se dé periódicamente. Aparte, nosotros combinamos esas herramientas que les damos con actividad física. Tenemos un entrenamiento para que al final del programa corran una carrera de cinco kilómetros o suban el volcán de Pacaya. Eso les da a las niñas una meta.

“LAS NIÑAS SE DAN CUENTA QUE PARA TENER UNA META Y CUMPLIRLA,  TIENEN QUE ESFORZARSE, TENER DISCIPLINA”.

 

Elsa Chutá Gabriel:

 “HA SIDO SIEMPRE MI OBJETIVO, CONTRIBUIR CON MI COMUNIDAD, EMPODERAR A LAS MUJERES”.

Partera, originaria de San José Poaquil, Chimaltenango, es la coordinadora clínica y académica de la Asociación Corazón del Agua. También es docente del técnico universitario en partería de Corazón del Agua y Universidad Galileo.

Formarse como partera  fue clave para su trabajo en la Asociación Corazón del Agua. El nacimiento de un niño o niña conlleva no solo la experiencia de la madre sino las condiciones en que el parto sucede.

¿POR QUÉ DECIDIÓ SER PARTERA?

¿Me gradué del diversificado, de secretariado, a los 16 años. Yo estaba muy preocupada sin saber qué hacer. Quería estudiar en la U, pero claro, tenía que buscar un trabajo. Somos 9 hijos, yo soy la tercera y mi papá decía: “les voy a dar estudio parejo a todos pero solo hasta el nivel medio, la universidad yo no puedo hacerlo, ustedes lo tienen que hacer”. Estaba muy preocupada  por mis hermanitos, son pequeños y pensaba que si un día faltara mi papá qué va a pasar con ellos. Tenía que prepararme. En la asociación en que está mi papá salió una oportunidad, una beca. Apliqué y al final gané. Era una beca para ir a México a estudiar partería en casa, en Guanajuato.

¿ESTUVIERON DE ACUERDO SUS PADRES EN QUE SE FUERA A ESTUDIAR A MÉXICO?

Le pregunto a mi mamá: ¿mamá, me va a dejar ir? Me dijo sí, quiero que te vayas. Si te quedas te vas a casar y no vas a hacer nada. Yo estaba muy impresionada porque a mis 17 años, vivir en una aldea es muy difícil, el machismo, sobre todo. La mayoría de primas de mi edad se casaron, ya tienen bastantes hijos.  No sabía lo que era partería realmente. Llegué allá y vi el primer parto. Me emocioné con la carrera.

¿QUÉ DESCUBRIÓ A TRAVÉS DE LA PARTERIA?

Retomando esa parte de por qué queremos ser parteras. Al final, que yo supiera, no tenía una familiar que fuera comadrona. Dije tal vez no tengo la vocación. Comenzamos a investigar y sí, la vocación es querer hacer las cosas.

¿DESCUBRIÓ QUE TENÍA UNA PARIENTE COMADRONA?

Sí, mi bisabuela. Yo no sabía. Mi papá y mi abuelo siempre estuvieron trabajando en la comunidad con comadronas, con promotores de salud en capacitación. Yo desde pequeña iba con mi papá. No entendía nada de lo que decían, pero yo estaba en las capacitaciones.

¿EN QUÉ MOMENTO DECIDIÓ REGRESAR A GUATEMALA?

No era mi objetivo quedarme en México. Estuve en una comunidad atendiendo partos de mujeres indígenas en la parte de San Cristóbal, en Chiapas. Un día dije voy a regresar a Guatemala. Yo no sabía qué era una menstruación, lo descubrí con el tiempo, yo no quería que las chicas pasaran por eso, quería que estuvieran informadas.

¿CÓMO SE DIO LA TRANSICIÓN DE PARTERA A DOCENTE?

Regresé a Guatemala y a los 15 días me llama Gabriela Meléndez. Me dijo: Elsa me llamó tu directora de México, me dijo que estás en Guatemala, que no tienes trabajo. Me gustaría que estuvieras conmigo, estoy sola con el proyecto con la primera promoción, no tengo ninguna partera.  Empecé como docente. Fue muy divertido porque teníamos las mismas edades casi todas, o algunas eran mayores que yo. Fue bonito.

¿EL ESTUDIO ES EL CENTRO DE SU VIDA?

Gabriela me motivó a seguir estudiando y ahorita estoy en Universidad Galileo estudiando Gerencia sobre servicios de salud, voy en tercer año. También en la parte de la comunidad tengo una red de comadronas. Nos comunicamos cuando hay complicaciones en la comunidad o ellas tienen dudas o hacemos talleres con la asociación donde está mi papá. Mi forma de contribuir a la asociación es eso, los talleres con los promotores, con las comadronas, orientarlas a los métodos. Algunas quieren, otras no. También, en algunas oportunidades he dado charlas en los institutos para orientar a las niñas.

¿HAY RESISTENCIA DE PARTE DE LOS PADRES PARA QUE HABLE DE ESTOS TEMAS?

Como es un curso más no lo ven mal. Me ha costado mucho, yo desde fuera veo que en mi comunidad están muy atrasadas las patojas, se casan muy jóvenes.  Trato de orientarlas. Me ha tocado becar a diferentes chicas para que estudien. Mi mayor reto es mi hermanita, tiene 16 años y no quiere estudiar.

A NIVEL DE SOCIEDAD, ¿CÓMO SE PERCIBE EL TRABAJO DE LAS PARTERAS?

Lo que pasa es que en Guatemala no es lo mismo ser comadrona que ser partera. La comadrona es la comadrona tradicional. Las parteras somos nosotras que hemos sido becadas y estudiamos en un establecimiento o en una universidad. Somos poquitas todavía, nos ha costado un montón. De hecho, estamos peleando el registro de la segunda promoción porque el Ministerio de Salud no nos permite registrarlas porque dicen que no tenemos las capacidades. El Ministerio tiene currícula para partería y estamos bien, tenemos las destrezas y el conocimiento, pero no quieren. Otro tema es que cuando registramos a los bebés en el Renap no hay un cuadro que diga partera. Aparece comadrona empírica, médico o enfermera, pero no  partera. Podemos registrar a los bebés, pero estadísticamente no queda anotado nuestro nombre, no se ve reflejado el trabajo que hacemos.

“SI QUEREMOS CAMBIAR EL MUNDO HAY QUE CAMBIAR LA FORMA DE NACER”.

 

María Pacheco:

 “CUANDO LA MUJER ESTÁ EMPODERADA REALMENTE EMPODERA A OTRAS MUJERES”

Bióloga con maestría en agricultura, empresaria y cofundadora de Wakami que teje alianzas con mujeres de 20 comunidades.

Con sus padres y sus hermanos vivió unos años en Estados Unidos, pero al regresar a Guatemala la impactó la realidad del país y soñó con lograr un cambio.

¿CÓMO SE INVOLUCRÓ EN ESTOS PROYECTOS?

“En 1992, arrancó como un hobby. Yo era agricultora orgánica en ese tiempo. Le daba clases a gente del altiplano y me decían María, lo que nosotros soñamos es tener una cadena de valor forestal donde podamos sembrar árboles, que regrese el bosque, el agua, la naturaleza a nuestras comunidades, pero también soñamos con poder tener ingresos a partir de ello. Nuestros primeros productos llegaron a Cemaco, eran productos del bosque, madera. Tuvimos el apoyo de la cooperación holandesa. Empezamos con 10 personas de una comunidad, sembrando 300 árboles cada uno, ahora es toda una industria, son más de 12 comunidades y más de 2 mil 500 agricultores. Nosotros dejamos de trabajar con ellos en 1998 y ellos siguen”.

¿QUÉ LE QUEDÓ DE ESTA EXPERIENCIA?

Me empecé a dar cuenta de que empresas que se forman para transformar realidades sociales y ambientales son empresas que pueden cambiar. Estábamos en ese proyecto cuando  en el 2002 se dio a conocer la hambruna en Jocotán. Me dicen los holandeses, María mirá qué podés ir a hacer. Fui a Jocotán, a una de las casas y vi un niño tirado en el suelo. Le digo a doña Santa: si no lleva a este niño a un hospital se le va a morir y me dice solo tengo Q25 en la bolsa, o le doy de comer a mis otros siete hijos el resto del mes o trato de salvarlo. Yo le pregunté ¿qué necesitás? Me dijo: la comida la agradecemos, pero nos dura una semana. Si vende lo que hacemos, el resto lo hacemos nosotros”.

¿QUÉ PRODUCTO TENÍAN ELLOS QUE PODÍAN VENDER?

“En Jocotán hacían canastos. Trabajé con Ricky López quien tomó las fotos de los canastos y él conocía al alcalde de Antigua. Comenzamos a vender canastos en la Antigua y esa Navidad vendimos cuatro mil canastos. Cemaco, Paiz se sumaron a apoyarnos a vender y eso significó que 100 familias tuvieran mil quetzales ese mes. Ahí es donde conocemos a los dueños de Ron Zacapa y les pedimos la oportunidad de hacer el empaque. A los seis meses viene el primer pedido.  Comenzamos con dos mil unidades de pedido al mes, ahorita hacen como 80 o 100 mil unidades al mes. Eso significa que 300 mujeres de seis comunidades han tenido ingresos permanentes desde el 2004. Son ya 16 años”.

¿QUÉ EFECTO TUVO EN LAS MUJERES ESE PROYECTO?

“Esta alianza  nos permitió ver qué hacían las mujeres cuando tenían ingresos. Los niños comienzan a comer, había dinero para comida. Pidieron aprender a leer y escribir. Viendo que los mercados transformaban todo  dije, ‘púchica, las empresas tienen un poder de transformación muy grande si están hechas para generar ese cambio social’. Así es como nace Kiej de los Bosques en 2004”.

¿RESPONDE KIEJ DE LOS BOSQUES A ESA INQUIETUD?

“Lo que llamamos el sistema Wakami tiene dos partes. En una nos dimos cuenta que para vincular comunidades con mercados necesitas una capacitación empresarial, una incubación  empresarial. Es un proceso de dos años en las comunidades para convertir a grupos de mujeres que tienen el sueño de tener ingresos en empresas. En Kiej de los Bosques decía vamos a ser el primer cliente. La otra parte es, si las mujeres ya tienen ingresos, una plataforma de aprendizaje sobre cómo nutrirse, cómo educarse, que también las niñas vayan a la escuela. En Wakami hicimos la fórmula del cambio: sueños, mas oportunidades igual cambio. Las tres oportunidades son: una incubación o aceleración empresarial, el acceso a un primer mercado y como los ingresos se transforman en inversiones que hagan que sus sueños sean realidad”.

¿BASARSE EN LAS FORTALEZAS DE LAS COMUNIDADES?

Wakami valora muchísimo la sabiduría ancestral, de hecho, construye sobre eso. Con Queta Rodríguez nos dimos cuenta de que había muchas comunidades con sueños, pero había pocas empresas que nos daban la oportunidad que las comunidades pudieran vender los productos. Decidimos hacer una marca que vaya a los mercados, que sea una autopista a los mercados y que podamos incubar muchas empresas y que produzcan para esta marca. Así nace Wakami como una marca. Escogimos las pulseras porque era un producto que estaba creciendo en demanda a nivel global, era un mercado gigantesco y era algo que las mujeres podían acarrear muy fácilmente. Necesitábamos un diseño que se basara en las técnicas ancestrales pero que fuera  moderno.

EN LO PERSONAL, ¿CÓMO SE SIENTE CON EL TRABAJO QUE REALIZA?

Me fascina mi trabajo. En un mundo de cambios enfrento muchos retos. Mi sueño es vivir en una Guatemala próspera. Me da paz el saber que estoy haciendo algo al respecto, pero aún hay mucho por hacer entre todos. Lo que más me duele es ver una mujer que entierra a un hijo, “

 

Código de Wakami

  1. Nos celebramos las unas a las otras
  2. Escuchamos a otras mujeres, estamos presentes.
  3. Nos decimos la verdad
  4. Nos comunicamos, conectamos, nos vemos a los ojos.
  5. Respetamos las decisiones de las otras, no juzgamos.
  6. Nos hacemos preguntas importantes, cuestionamos el entorno donde vivimos.
  7. Somos mujeres de acción, de propuesta.
  8. Colaboramos con otras, sabemos que juntas logramos más.
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