Algunos jardines son recordados durante muchos años, y no solo por sus colores, flores y plantas, sino también -y sobre todo- por sus delicados aromas.
Por: DPA
“El perfume de las plantas permanece con fuerza en nuestra memoria”, afirma Dieter Gaissmayer, jardinero y presidente del Museo de Jardinería en Illertissen, una localidad en el sur de Alemania.
Según explica, las plantas con perfume hacen que muchas personas aborden la jardinería de otra manera, ya que los aromas nos pueden impresionar y trasladar incluso a otros sitios con solo cerrar los ojos.
Gaissmayer describe la percepción y evaluación de un perfume como una experiencia subjetiva. “Un jardín compuesto y diseñado por sus aromas nos permite acceder de otra forma al lugar”, explica. Añade que esta es una dimensión tentadora, pero también un desafío en el uso de las plantas y el diseño de jardines.
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Combinar composiciones aromáticas exige un conocimiento profundo de las plantas y una gran capacidad de observación. Sin embargo, las cosas también se pueden hacer más fácilmente: de acuerdo con Gaissmayer, se puede empezar con dos o tres tipos distintos de plantas con perfume.
Los claveles son ideales para generar una paleta de aromas agradable. Se puede optar por un clavel del poeta (dianthus barbatus), una clavelina de pluma (dianthus plumarius) o clavelitos comunes (dianthus superbus), que le regalan a las noches de verano un dulce aroma vainillado.
Si se quieren combinar aroma y color, se puede optar por una reseda odorata. Esta planta tiene un aroma muy agradable y aporta un bonito color de fondo con sus flores verdosas, casi imperceptibles. Esto permite, además, combinarlas con muchas otras flores. Estas flores se pueden mezclar con arvejillas (lathyrus odoratus), que también se pueden plantar incluso a inicios del verano.
“Hay una amplia paleta de distintos aromas”, dice Matthias Alter, quien trabaja como jardinero en la Abadía de Santa Maria Laach, en Alemania. Según explica, hay distintos grupos de perfumes, desde frutales y especiados a otros más exóticos como tipo bebida cola, jenjibre o zanahoria.
Este tipo de beldades aromáticas va bien en distintas partes del jardín. “Se pueden crear distintos paisajes con las plantas aromáticas”, afirma Gaissmayer. En cada grupo de plantas se encuentran representantes de alguno de los finos aromas, desde un árbol hasta un arbusto o una planta.
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A la hora de vivenciar aromas, mucho depende de la percepción. “El aroma de las flores tiene mucho que ver con la atención”, dice Gaissmayer. Los aromas pueden varíar dependiendo del momento del día y de si la planta ya fue polinizada o no.
“Hay especies con aromas especialmente fuertes”, aclara el presidente del Museo de Jardinería en Illertissen. Pero también hay variedades de la misma especie que no tienen perfume en absoluto.
Si se quiere intensificar el aroma de las plantas en el propio jardín, se puede crear lo que se llama un jardín hundido. Estos se forman en una parte más baja del jardín, lo que permite alcanzar temperaturas cálidas más rápido. Además, el leve hundimiento evita que el viento se lleve consigo el aroma de las flores.
“Los ingleses rodean sus jardines con muros y arbustos para lograr el mismo efecto”, cuenta Gaissmayer.
Para este jardinero, otro elemento a tener en cuenta son las plantas con aroma nocturno. “Con su perfume, atraen a las mariposas nocturnas en las noches cálidas”, explica. Algunos ejemplos son las onagras (las especies de oenothera), los dompedros (mirabilis jalapa), así como las nicotiana alata y sylvestris.
Sin embargo, se trata de especies a las que les cuesta sobrevivir a los inviernos muy fríos.
Los meses más cálidos del año son los mejores para los amantes de los aromas. Por un lado, florecen muchas plantas. Por el otro, las estructuras bioquímicas de los aromas reaccionan al aire más cálido.
Algunos de los clásicos de un jardín aromático son las peonías, las phlox y los lirios de día (hemerocallis). También hay representantes típicos de las épocas más frías, como la hierba de San Cristóbal (actaea simplex) o la violeta común (viola odorata).
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Pero, ¿por qué tienen aroma las plantas? “El olor atrae a los polinizadores”, dice Gaissmayer. No solo eso: a menudo es también un mecanismo de defensa de las plantas, según explica Matthias Alter.
En el caso de las plantas perfumadas, el intenso aroma busca evitar que determinados insectos las destruyan. Alter indica que muchas veces, estos aromas -para nosotros agradables- se despliegan cuando se toca una hoja. Cuando cortamos una flor, lo primero que hacemos, de hecho, es acercarla a nuestra nariz para percibir su perfume.
Sin embargo, el aspecto aromático de las plantas no es siempre tenido en cuenta. “Lamentablemete, el perfume natural de las flores tiene un papel secundario en la floristería de hoy”, lamenta Gaissmayer.
dpa