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Entre el dolor y la culpa, el aborto espontáneo es aún un tema tabú

La mirada se fija expectante en el monitor del ecógrafo, pero no se observa ningún latido. En un aborto espontáneo, a menudo solo transcurren unos pocos segundos entre la esperanza y la desesperación.

“Este golpe emocional es despiadado”, dice Christina Diehl. La mujer experimentó seis abortos en un plazo de cinco años.

“Más espacio para mi dolor y mi desesperación”, eso es lo que le hubiera gustado cada vez. Y se sintió muy sola: “Tenía la impresión de ser una de las pocas mujeres afectadas”, afirma Diehl.

Pero en algún momento comenzó a ser más abierta sobre sus abortos. “De lo contrario, no habría podido soportarlo”, admite. Y descubrió que estaba de todo menos sola.

Desde entonces, Christina Diehl ha escrito un libro sobre sus dolorosas experiencias, “Netter Versuch, Schicksal: Wie ich die innere Leere nach meinen Fehlgeburten wieder füllen konnte”, (“Buen intento, destino. Cómo pude volver a llenar el vacío interior después de mis abortos”), de la editorial mvg, para hacer más visible un tema del que mucho no se habla.

Los médicos calculan que entre el 10 y el 20 por ciento de los embarazos se interrumpen antes de que el feto sea viable. El riesgo es mayor hasta la duodécima semana de embarazo, por eso muchos padres se guardan hasta una vez superada esa fase la noticia de que están esperando un hijo.

Jan Salzmann puede entender las razones de esto. Desde hace más de 25 años es voluntario de la organización Initiative Regenbogen – Glücklose Schwangerschaft (Iniciativa Arco Iris – Embarazo desafortunado), que apoya a las familias que han perdido a su hijo antes, durante o poco después del nacimiento.

“Se pueden tener buenas razones para no contar sobre el embarazo en el trabajo, por ejemplo”, dice Salzmann. Así se evita el riesgo de tener que contarles el triste final prematuro del embarazo, “en un lugar en el que quizá no haya mucha contención”.

La otra cara de esta reticencia es el sentimiento de no ser percibidos como padres. “Sin embargo, ya han desarrollado un vínculo en las primeras semanas, han visto la cabeza, los brazos y las piernas en la ecografía”.

Pero, sobre todo, cuando el embarazo finaliza en una fase temprana, los afectados no son vistos como padres.

“Esta falta de reconocimiento es un gran problema para muchos”, observa Salzmann. Al menos, ahora en Alemania es posible inscribir en el registro familiar un embrión fallecido de menos de 500 gramos y enterrarlo.

Muchas mujeres también “luchan con el sentimiento de culpa por no haber funcionado”, dice Salzmann.

Antje-Kathrin Allgaier coincide. La profesora de psicología clínica y psicoterapia de la Universidad de las Fuerzas Armadas de la ciudad de Múnich estudia el trauma psicológico causado por un aborto espontáneo. Actualmente hay dos estudios en marcha para los que se siguen buscando participantes.

Todavía se presta muy poca atención a la forma en que las mujeres afrontan un aborto espontáneo -Allgaier prefiere hablar de “pérdida de embarazo” porque este término transmite menos impresión de defecto- y al tipo de apoyo que necesitan.

“Entre otras cosas, esto tiene que ver con la opinión médica generalizada de que es una reacción física a la que hay que hacer frente”, dice Allgaier.

Christina Diehl también recuerda ese tipo de comentarios. “Te dicen: ‘Esto pasa mucho, todo tiene una razón de ser, piensa en positivo'”. Incluso si se trata de un consuelo, “es muy hiriente porque borra la desesperación”, subraya.

La psicóloga Allgaier afirma que muchas mujeres experimentan el final prematuro de su embarazo como una pérdida total de control, “especialmente si por lo demás tienen mucho éxito y consiguen todo lo que se proponen”.

Y muchas se preguntan cómo se podría haber evitado. “Quieren entender lo que les ha pasado, y es más fácil echarse la culpa que no tener ninguna explicación sobre lo sucedido”, sostiene.

Hablar con otras personas puede ayudarles a aceptar la situación, especialmente si han experimentado algo similar. Por ello, la Iniciativa Arco Iris ofrece grupos de autoayuda, al tiempo que muchas mujeres utilizan ahora también los foros de Internet.

Lo malo del intercambio es que los participantes se enteran de muchas historias muy personales, algunas quizás más trágicas que la propia.

“A veces se tiene la sensación de que no se tiene el derecho a hacer un duelo así”, observa Jan Salzmann. Pero no hay reglas para lidiar con el dolor, considera el experto, quien señala que todas las reacciones son correctas, tanto las que permiten realizar un proceso rápido como las de un periodo de duelo más largo.

Pero entender la conversación no siempre es suficiente. “Las reacciones de duelo pueden ir seguidas a largo plazo de una depresión”, dice Antje-Kathrin Allgaier.

También existen las llamadas secuelas del trauma. Entonces se necesita ayuda profesional, “más pronto que tarde para evitar la cronificación”, dice la psicóloga.

La experta advierte que si una persona se endurece emocionalmente, si ya no puede sentir felicidad, eso es una señal de alarma, al igual que cuando se tiene imágenes recurrentes en la mente.

“A menudo, las mujeres sólo se dan cuenta de lo mucho que les sigue molestando lo sucedido cuando vuelven a quedar embarazadas”, sostiene la psicóloga, que afirma que si se ha perdido la confianza en el cuerpo, el resultado pueden ser los miedos.

Una consulta psicoterapéutica, por ejemplo, puede aclarar qué apoyo es útil en el proceso para afrontar la situación.

El aborto espontáneo puede ser una gran carga para la pareja. “Hay parejas que están unidas por esta experiencia porque sufren un duelo similar. Otras se distancian debido a las diferentes formas de procesarlo, incluyendo la cuestión de cuándo intentarán tener un hijo de nuevo”, dice Allgaier.

Christina Diehl observa en tanto que los hombres suelen tener la sensación de que tienen que estar al lado de sus esposas, y su proceso de duelo se posterga.

En algún momento Diehl tuvo que despedirse de su deseo de tener un hijo. “Afortunadamente, mi pareja y yo lo logramos juntos”, asegura.

La autora del libro está convencida de que una visión diferente de la sociedad también ayudaría. “Todavía hay demasiada presión acerca de que una mujer solo está verdaderamente completa cuando es madre”, concluye

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