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Por esta razón me sometí a una cirugía de reducción de pecho

La reducción de mamas o mamoplastia es uno de los procesos que muchas mujeres eligen para eliminar molestias asociadas al aumento excesivo de mamas. Esta es la historia de Paola, quien a sus 32 años decidió someterse a esta operación.

Llegar a la pubertad siempre es un momento importante en la vida de cualquier niña, en mi caso este llegó a los once años y desde entonces mi cuerpo empezó a parecerse más al de una mujer, y cada vez menos al de una niña, siendo uno de esos cambios drásticos el crecimiento del busto.

Cuándo desarrollé

Siendo de constitución grande y bastante alta, cada año mi busto crecía más y se hacía evidente. Al llegar a los 20 años y padeciendo escoliosis (desviación lateral de la columna vertebral), había llegado a una copa “C” y aunque por fin habían dejado de crecer, mi postura corporal no era la mejor. Por muchos años sufrí de dolores de espalda casi a diario convirtiéndose en algo intolerable, pero siempre pensaba que era un hecho que tenía que aguantar y debía querer mi cuerpo como era, por lo que la idea de una reducción mamaria era demasiado extrema en aquel entonces.

A mis 24

Noté que mi busto seguía aumentando, hasta que alcancé una copa “D”, al punto en que ya no me quedaban los sostenes que tenía. Esto no era usual a esa edad y para mí fue un poco alarmante, por lo que fui al médico para descartar un desorden hormonal o algo más. Afortunadamente no había nada grave, el médico me dijo que no era común pero que sí  existen casos como el mío, que incluso después de la etapa de crecimiento podían haber más cambios.

Mi busto había crecido una copa completa y sin haber subido de peso, al contrario; estaba en el peso y medidas ideales para mi tipo de cuerpo. No lo entendía y me sentía un poco frustrada ya que todos los dolores de espalda incrementaron y empezaron a venir también del cuello. Cada vez me iba cansando más tener que pasar por eso porque no me gusta vivir bajo medicamentos de ningún tipo.

Hace dos años

Después de un asalto en el carro, por tensión, sufrí uno de los peores espasmos de cuello que había tenido hasta ese momento. No podía girar la cabeza, me costaba dormir, el dolor era desesperante e insoportable, por lo que asumí que era por la tensión del trauma; pero cuando noté que ya había pasado un mes y nada mejoraba, supe que no podía ser algo más.

Suspendí mi práctica regular de yoga o cualquier actividad física, lo cual me frustraba. Decidí probar desde fisioterapia, masajes relajantes, antinflamatorios, relajantes musculares, diversos medicamentos para el dolor y nada hacía que este problema se fuera. Después de cuatro hospitalizaciones en menos de un año, estaba desesperada y no veía alguna mejora.

Suena divertido y extraño pero si yo levantaba mi busto y lo sostenía en mis manos, toda la musculatura de mi espalda se relajaba y la tensión se aliviaba por ese momento. Me di cuenta que la talla tenía mucho que ver. Después de vivir más de un año con esa frustración y dolor, encontré otras herramientas que me fueron muy útiles: meditación, yoga nidra, cambios en mi alimentación y trabajo energético. A pesar de que todo esto me ayudaba, no era suficiente.

El 2018 fue clave

En enero de este año, tomé la decisión de someterme a una cirugía de reducción mamaria. Tantos años después, aunque seguía pareciendo extrema la opción y que lleva sus consecuencias, era la única que me permitiría vivir en paz y sin dolor el resto de mi vida. Al momento de examinarme previo a la cirugía, mi doctor me explicó que por el tipo de busto que yo tenía (más músculo y glándula que grasa) jamás se iba a reducir al bajar de peso. Esto solamente confirmó mi teoría y explicaba por qué al bajar de peso, nunca veía diferencia.

El proceso es sumamente duro, no digamos la recuperación. Para mí, fue una decisión que llevó muchos años para  considerar todos los pros y contras, porque sí tiene consecuencias como pérdida de sensibilidad para algunas personas, las cicatrices se vuelven gran parte del busto y el tema de lactancia cambia mucho después del proceso. Todo eso tuve que evaluar, pero en mi caso, creo que fue la mejor decisión.

3 meses después de la cirugía

Las cicatrices ya sanaron, no vivo con tanto dolor, los espasmos finalmente pararon y poco a poco voy reintegrando todas mis actividades de vida. A pesar de simplemente haber regresado a una copa C, la diferencia se siente.

Esta es mi historia y me siento mucho mejor. Cada mujer es diferente y si están considerando realizarse una cirugía de este tipo, les aconsejo que busquen a un médico especialista para que determine qué tipo de busto tienen y que les recomiende la mejor opción para su cuerpo.


Fuente: Testimonio Paola

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