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Cómo pueden apoyar los padres a un niño tímido

Dicen que el mundo es de los valientes. Y la sabiduría popular raras veces se equivoca. A las personas que tienen confianza en sí mismas suele irles mejor en la vida.

Por Eva Dignös (dpa)

Es por eso que la mayoría de los padres quieren que sus hijos descubran el mundo con confianza en sí mismos y abiertos a cosas nuevas.

Los progenitores se preocupan si su hijo o hija no se atreve a jugar con otros niños, se pega a su padre o su madre en un entorno desconocido y mira hacia otro lado tímidamente en lugar de responder a una pregunta.

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Pero la timidez no es algo que se pueda encender y apagar a voluntad, especialmente no en el caso de los niños. “Es un rasgo de la personalidad, se nace con él”, explica la psicóloga alemana Sabine Ahrens-Eipper.

La timidez está relacionada con las fases de la vida

Por lo general, el sentimiento de reticencia a ser el centro de atención es algo que conocen bien la madre o el padre de un niño tímido. “Hay un componente hereditario. Si un niño es tímido, a menudo es porque uno de los progenitores también lo es”.

Además de los genes, la etapa de desarrollo en la que se encuentra un niño juega un papel importante. “Las fases de transición de la vida se asocian a menudo con la timidez”, explica Julia Asbrand, catedrática de psicología y psicoterapia infantil y juvenil en la Universidad berlinesa de Humboldt.

Cuando los bebés a los seis meses de edad reaccionan de repente con temor ante los extraños, esto está relacionado con el salto cognitivo que están dando. “El niño se está dando cuenta de que las personas son diferentes”, dice Asbrand.

Y eso tiene que ser procesado primero, preferiblemente desde el regazo seguro de la madre o el padre. El inicio en el jardín de infancia, la adaptación a la escuela o la transición a otros centros de escolarización son también situaciones en las que muchos niños reaccionan con cautela a las nuevas condiciones de vida.

La forma en que los padres reaccionan apropiadamente es a menudo un acto de equilibrio entre la comprensión y el estímulo y por lo tanto un gran desafío.

¿Debería uno ceder cuando el hijo echa de menos su casa en el viaje escolar y quiere que lo recojan? ¿Debería uno seguir enviando a su hija a la gimnasia infantil a pesar de que ya no quiere ir porque no puede encontrar amigos allí? ¿Cuándo ayuda la frase “atrévete a ir”? ¿Y cuándo es más efectivo un abrazo comprensivo?

Los pequeños pasos ayudan a los niños

En primer lugar, es importante aceptar al niño como es. “Hay gente extrovertida e introvertida”, recuerda Dorothea Jung, experta en asesoramiento educativo. Ella aconseja que se apoye a los niños en los pequeños pasos que vaya dando. 

“Para los niños más pequeños, por ejemplo, hay grupos deportivos o musicales donde los padres están presentes. Así se evita que los niños sientan que se las tienen que apañar rodeados de extraños”.

A veces la protección que brinda el hogar familiar también ayuda a proporcionar un marco de confianza y puede ser más fácil hacer amigos con un compañero de clase en la propia habitación del niño que en el vertiginoso patio de recreo. “Y si hay un amigo cerca, los niños tímidos suelen sentirse más a gusto en la escuela”.

A veces, sin embargo, son los propios padres los que frenan a los niños tímidos, y lo hacen de forma bastante inconsciente, porque ellos mismos también tendrían un comportamiento similar.

“Son menos capaces de estar a la altura de una actitud que arroje seguridad en sí mismos y son más bien cautelosos cuando se trata de contactos sociales”, apunta la psicóloga Ahrens-Eipper.

Los padres tienden además a alertar a sus hijos constantemente sobre posibles peligros y tienen menos confianza en ellos. Ese tipo de mensajes llegan, aunque los padres no lo digan explícitamente, con frases como “No sé si realmente puedes tomar el tranvía solo” o “No estoy tranquila cuando duermes en casa de tu amigo del jardín”.

Junto con un colega, Ahrens-Eipper ha elaborado un programa de capacitación para niños tímidos. “Siempre es posible superar los miedos dando pequeños pasos. El foco está en el nada valiente “Tigre Til”, un tigre tímido, explica.

Junto a este personaje, los niños van abordando poco a poco tareas que realmente les asustan: “Lo importante es que estén orgullosos de lo que ya han logrado y no frustrados por lo que no funcionó”, explica la psicóloga.

No hablar tanto de los miedos

A veces no es tan fácil averiguar por qué ciertas situaciones son difíciles para los niños tímidos, indagar qué les causa miedo. “Los niños pequeños a menudo no pueden formular la razón de sus miedos”, agrega Ahrens-Eipper, que recomienda hablar menos de los miedos y más de situaciones comparables que han ido bien.

A muchos niños tímidos les preocupa que puedan ser juzgados negativamente por otras personas. A veces esos temores son tan grandes que frenan el desarrollo y perjudican la vida cotidiana y el bienestar. Es en esas situaciones cuando la ayuda profesional es importante.

La retirada es una señal de alarma

“Una señal de alarma es cuando los niños se retraen cada vez más, cuando tienen dolores de estómago antes de ir a la escuela cada mañana o cuando en realidad les gustaría aprender un deporte, pero no lo hacen porque tendrían que ir a un club para practicarlo”, señala Julia Asbrand, que está creando una clínica ambulatoria especial para niños y jóvenes con trastornos de ansiedad.

Siempre hay varios factores que influyen en el desarrollo de la ansiedad. “Nunca es sólo timidez”, afirma Asbrand. Sin embargo, la catedrática cree que es importante animar a los niños que son reservados a entrar en situaciones que inicialmente les pueden resultar un poco incómodas.

“No es preciso comenzar recitando un poema delante de 100 personas en la fiesta de cumpleaños de la abuela”, señala. La idea es exigir sin sobrecargar, eso es lo importante. Y como padres, decirle al niño: “Creo que puedes hacerlo”, agrega.

dpa

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