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Diez años de éxito

Cualquiera diría que llegar a Hollywood desde un país a 12,000 kilómetros de distancia y con un marcado acento australiano, no contaba con demasiadas probabilidades de triunfar. Sin embargo, no es lo mismo que pensó Hugh Jackman, cuando llegó en el 2000 por la puerta grande para interpretar el clásico personaje de Wolverine de la primera película de X-Men.

Casi al mismo tiempo que protagonizaba con Meg Ryan la comedia romántica Kate & Leopold, lo hacía en Sowrdfish con John Travolta y Halle Berry. Diez años después todavía recauda millones con el mismo rol de Wolverine, ya que se viene otra versión en 2013, y a la vez reparte su talento en Broadway o en la animación del Oscar, además de seguir detrás de la acción del cine con la nueva película Real Steel.

¿Es estresante llevar el peso de ser la estrella de cine que llama la atención de los éxitos y los fracasos?
Es un poco estresante cuando soy yo el que solo llama la atención, porque haga lo que haga, siempre va a estar expuesto mi nombre y eso me crea un poco más de ansiedad.

¿La última frustración que sufrió en su carrera?
Después de la última película con Wolverine, estuve un poco frustrado. Terminé con 20 libras de músculos y era difícil obtener un papel diferente. Por eso tuve que posponer el espectáculo de Broadway. Eso fue frustrante. Creo que me gusta hacer teatro porque no estoy a la merced del cine y así puedo alejarme de ese mundo. Aunque igual quiero mantenerme en medio de esos dos universos.

Más allá del perfil de símbolo sexual, es más conocido como un hombre de familia ¿cómo disfruta el tiempo libre dentro de su ámbito?
Con mi familia estamos por viajar a Francia, rentamos una casa. No tenemos demasiado tiempo, pero vamos a tratar de ir a la costa, nos gusta salir de viaje o campamento con mis hijos.

¿Siente esa atracción fatal de la fama sin poder ir a un lugar donde nadie lo conozca?
Te voy a ser honesto: en general no me molesta. Imagínate vivir en una ciudad donde por lo menos, una vez al mes, hay un embotellamiento de tráfico. Así siento la fama. La mayor parte del tiempo puedo ir tranquilo con mi auto y si me encuentro con un extraño embotellamiento tampoco pierdo la cordura. Si experimento cierto deseo por la admiración de la gente, ya bastante la consigo con el teatro, que es más poderosa.

¿Viviendo en Los Ángeles o Nueva York, tan lejos de su país, no extraña Australia?
En los últimos dos años viajé muy poco. Estuve en Navidad del año pasado y creo que fui en otra vez por publicidad. No volví más en estos dos años porque me instalé allá dos años seguidos, para filmar la película Australia. ¿Cuándo fue? Entre 2007 y 2008. Después mis hijos ya empezaron la escuela en Estados Unidos, no pueden dejarla por la mitad. Así que básicamente no viajo tanto como quisiera.

¿Le gusta la idea de que sus hijos se críen en Estados Unidos?
Sí, los dos están en escuelas muy buenas. Claro que amo Australia y si fuera por mí, el centro del mundo del cine estaría en Sidney. Pero me siento bendecido de vivir en una ciudad tan asombrosa como Nueva York. No puedo quejarme de nada con la vida que tengo. Nadie tiene exactamente todo lo que quiere, pero en planos generales vivo genial. Mis hijos reciben los mejores cuidados y todavía seguimos conectados con nuestras raíces.
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¿Trata de no malcriar a sus hijos? ¿Qué les enseña sobre el dinero, por ejemplo?
Les hablo muchísimo sobre el respeto a la gente. Lo mismo pasa con el dinero, les digo que no hay que tenerle vergüenza ni miedo. Tampoco quiero que gobierne mi vida, pero es importante entender la bendición que tenemos, sobre todo, en un país donde la cuarta parte de la población vive con menos de cincuenta centavos de dólar por día. Con mis hijos Oscar y Ava estuvimos con World Vision, en Cambodia, también los llevamos a Etiopía, para que conozcan el mundo en que vivimos y sepan lo bendecidos que están. Pero más allá de eso, tampoco quiero que piensen que el dinero es todo, pero le tienen respeto, como respetan otras cosas.

¿Alentaría a sus hijos para que también sean actores como usted?
Yo amo la actuación y mi padre me alentó mucho. El era contador para Price Waterhouse, algo bastante importante. Pero si mis hijos sienten que quieren hacer lo mismo que yo, me encantaría si realmente lo aman.

¿Le resultó difícil interpretar al mal padre de la película Real Steel?
Deberías ver todo lo que tengo que editar en mi vida real como padre. No, la verdad soy como un chico grande y como padre me encanta esa parte donde nos damos permiso para jugar. Pero claro, quiero pensar que soy mejor que mi personaje de Charlie. Debe ser duro porque él no estuvo con su hijo los primeros diez años de su vida y lo que me gusta del rol es que él hace lo imposible por evitar el título de padre. En su vida llega al punto donde siente que fracasó tanto que es mucho más fácil dejar de participar, incluso en el hecho de ser papá.

¿Es verdad que su padre solía ser boxeador, además de contador?
Sí. Y creo que fue campeón en el ejército. Estaba en la armada británica y era el campeón de su división. Pero en casa se la pasaba separándonos para que no peleáramos con mis hermanos. Ahora que me preparaba para le película Real Steel conversamos un poco al respecto. Él ama el boxeo, igual que yo. Supongo que crecí admirándolo.

En la película, el padre habla poco pero hace mucho ¿Así era la relación con su padre?
Sí, no hablaba demasiado. El trabajaba todo el día, era padre soltero de cinco hijos. Me quito el sombrero ante alguien así. Yo tengo solo dos hijos y siento que ya es bastante trabajo y eso que tengo muchísima más ayuda que él. Es un hombre increíble. En las vacaciones y en Navidad nos íbamos de campamento a la playa en una carpa para cinco personas y cocinaba para todos. No debe haber sido nada fácil para él, no sé cómo lo hizo.

¿Diría que su padre ha sido la más grande influencia en su vida?
Desde el momento que tuve hijos me di cuenta lo difícil que debe haber sido para él. Ciertamente aprecio todo lo que hizo. Hace poco se lo dije: ‘Espero que sepas cuanto aprecio todo lo que hiciste’. Y me contestó: ‘Bueno, no era lo mismo en aquel entonces, cuando con tus hermanos se la pasaban quejándose por limpiar o ayudar un poco’, (vuelve a reír).

¿Nos cuenta la experiencia de haber estado con Sugar Ray Leonard en la película de Real Steel?
Sí. Yo no lo podía creer. Es como una leyenda del boxeo y al principio, yo estaba un poco anonadado cuando lo conocí, me sorprendió mucho. Primero que todo, se ve tan bien. ¿Nunca le pegaron? Se lo ve demasiado joven, lleno de energía y es muy abierto como persona. Hablamos muchísimo sobre la importancia de la relación que tiene el hombre de la esquina del ring (el entrenador) con el boxeador. Se la pasaba diciendo que yo debía tener una mirada especial. Sabíamos que del otro lado había un robot, pero no importaba.

¿Y entrenó con Sugar Ray?
Sí, entrené un poco, pero yo ya había empezado a prepararme para la película, para estar en forma, porque también es la mejor manera de mantener un buen físico. Igual quería mostrar que podía pegar un buen golpe y por eso trabajé con Sugar Ray. Me ayudó bastante.

Parece haberlo logrado todo en su carrera ¿cambiaría algo en particular?
No quiero ver la mitad del vaso vacío. El simple hecho de que me paguen por lo que me gusta hacer genuinamente es algo que me asombra todos los días. ¿Todo sale como quiero? No. ¿Puedo quejarme de algo? Seguro, pero no es el propósito de la vida irse amargando, sino ser mucho más agradecido. Y yo agradezco mucho, mucho, todo lo que tengo. Es algo que aprendí cuando hice The Boy From Oz en teatro. Cuando estrenamos, las críticas eran terribles y parecía que había tomado la peor decisión. Pero después de un tiempo, finalmente aprendí que estoy en una posición afortunada donde puedo elegir algo. Cuanto más esté con aquellos con quien me siento mejor, la vida se torna mucho más fácil aunque encontremos algún fracaso o si hacemos algo mal. Y esa lección funciona para todo en la vida.

[En la futurista película Real Steel, una mezcla de Rocky y Transformers, Hugh Jackman interpreta a un boxeador que pierde la oportunidad del título mundial, cuando robots gigantes se suben al ring.

Pero después de conocer el fracaso en primera persona y con la ayuda de su hijo construye y entrena un robot propio para convertirlo en el próximo campeón.]

Por Fabián W. Waintal
© Copyright 2011

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