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La nueva musa de Woody Allen

Desde que brilló con luz propia bajo la dirección de Sofía Coppola en Lost in Translation, Scarlett Johansson se convirtió en la musa de Woody Allen, al mismo tiempo que era considerada como uno de los símbolos sexuales de Hollywood. Ahora vuelve con mucha más sensualidad con los papeles de sus más recientes películas Don Jon y Under the Skin.

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¿Cómo reaccionaste cuando te enteraste que ibas a tener tu propia estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood?
Fue increíble. Ni en mis sueños más extraños pude haber imaginado que iba a tener mi propia estrella. Y me sentí todavía más feliz porque eligieron un buen lugar para colocarla, en caso de que alguien quiera ir a visitarla, está justo en la puerta del Museo de Cera de Madame Tussauds.

¿Todavía te sorprende la fama y sus repercusiones? Por ejemplo, si ves una revista con tu foto en la portada, ¿la compras para leerla?
La verdad… no (Risas). Mi abuela las compra todas y después me las pasa. Ella sí, compra hasta los tabloides. Unos meses atrás, me llamó felicitándome porque leyó que iba a tener un bebé. Y cuando hablamos no me creía cuando le dije que era mentira (Risas).

¿Es difícil encontrar un camino propio en Hollywood sin caer en las típicas tentaciones de la fama? 
Supongo que yo pasé por un período de transición entre los roles jóvenes y más maduros, y durante el cual salí de la ingenuidad. Nunca me atrajeron tampoco las grandes comedias comerciales ni las superproducciones y por eso fue un verdadero desafío encontrar el estilo de películas que funcionan para mí. Solamente me interesa trabajar en aquellas que me presentan desafíos artísticos.

 

Al aceptar una nueva película con tanta fama, ¿no sientes cierta presión o responsabilidad de mantener el éxito?
Hace 20 años que trabajo en esto y ya no siento que tenga que probarle nada a nadie en este punto de mi carrera. Tengo la suerte de mantener un estatus desde el cual puedo darme el lujo de ser selectiva. Ya no tengo necesidad de decir quién soy para hacer lo que me gusta.

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¿Te resultan difíciles las escenas de desnudo o de sexo en el rodaje de una película?
Bueno son geniales (Risas). No soy ninguna nudista por naturaleza, al contrario de lo que piensa la gente, pero en cierta forma es una terapia dejarme llevar sin criticarme tanto. Los actores que me acompañan, en las escenas de desnudos, en general, me hacen sentir totalmente segura y son muy amorosos, pero probablemente ellos se sienten más nerviosos que yo. En la película Under The Skin, por ejemplo, nadie buscaba fallas físicas, solamente una interpretación y eso me dio coraje para quitarme la ropa, y al final el estudio donde grabábamos se sintió muy íntimo por el clima de seguridad que crearon. No me sentí para nada juzgada.

Se te nota bastante cómoda con tu cuerpo. ¿Algún consejo para quienes se la pasan buscándose fallas frente al espejo?
Supongo que la mejor forma de sentirte cómoda es aceptar tu verdadero cuerpo. Es algo que aprendí cuando lo reconocí yo misma. Me critiqué demasiado como cualquier mujer y cuando me di cuenta, lo terminé aceptando. Es un poco lo que pasa también en la película Under The Skin, donde no me doy cuenta de mi cuerpo hasta que lo descubro. Y el desafío de ese rodaje tuvo mucho que ver con dejar de lado los prejuicios y las percepciones de otras personas, pero también de mí misma.

 

¿Es verdad que la mayoría de las escenas de esta cinta se filmaron como un reality show y sin actores de verdad?
Sí, y tengo que decir que al principio me dio pánico, porque era algo desconocido para mi y no sabía cuáles serían las consecuencias, pues era una situación que escapaba de control. Daba miedo desconocer si funcionaría. Experimenté terror, pero esos miedos me ayudaron a poder hacerlo. En cierta forma fue una liberación para mí.

¡No puedo creer que la gente no te reconoció!
La experiencia fue increíble. Había una escena donde mi personaje se cae en medio de la calle, frente a la gente que caminaba. Creo que tuvimos seis o siete escenas en un día porque teníamos que volver a preparar todo desde cero con cada toma. Fue increíble ver las diferentes reacciones que tenía la gente. Algunos paraban para mirarme, otros seguían caminando y otros se apresuraban a ayudarme. Hubo gente que tomó fotos con los teléfonos sin siquiera preocuparse en ayudar. Fue muy extraño, pero a la vez absolutamente fascinante.

 

¿Qué sentiste al representar a las mujeres en medio del mundo machista de los superhéroes?
La mayoría de las películas de súper heroínas no son para nada buenas. No están bien hechas. Las protagonistas caen siempre en estereotipos con sus poses, yo hice algunas cosas femeninas para verme bien. En el caso de The Avengers me parece que celebra a estos personajes femeninos sin caer en lo ridículo o exagerado. Me encanta Black Widow, porque le pegan en la cara y es capaz de responder, es un rol inteligente y complejo, pero femenino. Para mí es un placer interpretar esas diferentes capas de mi personaje, pues este tipo de oportunidades hacen que mi trabajo sea mucho más interesante.

 

Por Fabián W. Waintal ©Copyright 2013

Adaptado por Karla Rímola

Su vena artística

“En verdad empecé a actuar cuando tenía siete años”, recuerda la actriz. Luego, “incursioné con el cine durante el verano, cuando no tenía clases”. A los 11 Scarlett ya trabajaba con Sean Connery en la película Just Cause, y recién había cumplido 14 cuando apareció al lado de Robert Redford en The Horse Whisperer. Ni siquiera había alcanzado la mayoría de edad cuando la premiaron como Mejor Actriz en el Festival de Cine de Venecia por su papel en Lost in Translation. Desde 2004 tiene el honor de formar parte de la exclusiva Academia de Hollywood, que vota para elegir a quienes son galardonados con el premio Oscar. Ahora forma parte del selecto grupo de actrices jóvenes más cotizadas. Abiertamente declarada la musa de Woody Allen, ha participado en sus cintas Match Point, Scoop y Vicky Cristina Barcelona.

 

 

 

 

 

 

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