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Cómo manejar las peleas familiares

Es el cumpleaños de la tía. Hay café, pasteles y toda la familia está reunida. Y entonces, una vez más, el tío comienza a hacer comentarios negativos sobre sus nuevos vecinos del hogar de refugiados.

Por Bernadette Winter (dpa)

 ¿Qué hacer? ¿Iniciar una discusión delante de todos? ¿Abandonar el festejo con indignación? “Lo importante siempre es ser auténtico”, aconseja el terapeuta familiar alemán Björn Enno Hermans. Los conflictos no son nada grave y no significan que automáticamente se vaya a romper una relación.

Según Hermans, una estrategia puede ser intentar ponerse en el lugar de la otra persona, a pesar de los puntos de vista opuestos. “Puede ser útil reflexionar sobre qué hechos en la vida del tío en cuestión lo llevaron a tener esas ideas”, comenta la pedagoga social Valeska Riedel. Quizá él mismo perdió su propiedad o tuvo que huir. “Muchas veces detrás de esas opiniones se esconden miedos”, explica. Entonces vale, por ejemplo, preguntar.

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En cambio, si se produce un ataque personal lo importante es mantener la calma y entender que ese tema evidentemente ocupa y agobia a la persona que está agrediendo. Al escuchar con atención quizá se concluye que no se trata en realidad de uno, dice el terapeuta familiar sistémico Dirk Pauli. “A veces esas peleas buscan corregir lo que durante años falló en una familia”, añade.

Si no se da una discusión constructiva, uno puede decir su opinión y, si lo cree necesario, irse. “Si siento que hay un límite en mí, no tengo por qué dejar que lo traspasen de manera violenta”, señala Hermans. Lo importante es no descalificar al otro. “Hay que separar el tema de la persona”, considera Pauli, que está a favor de “poner límites de forma afectuosa”. Es decir, ser amable con la persona, pero duro en la postura.

En el caso de que todo estalle, hay que vivir con las consecuencias. Y no justificarse. “La justificación es la desvalorización de la propia posición con posterioridad”, dice Riedel. Otros miembros de la familia podrían cortar el contacto o expresar sus críticas, prácticamente como un efecto secundario a la fidelidad a uno mismo.

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Sin embargo, el patrón de comportamientos en la familia perdurará incluso si se corta el contacto. “Desde el punto de vista sistémico, la persona a la que se evita incluso adquiere una importancia mayor”, subraya Pauli. El conflicto no terminó o, al menos, mantiene una gran relevancia. Sobre todo, si uno piensa mucho en él. “Por ejemplo, si uno se debate entre seguir evitando a esa persona o intentar un acercamiento”. Todo eso cuesta fuerza y energía.

Queda la duda de si no es mejor en el futuro directamente evitar las reuniones familiares. “Nadie debe sentirse mal porque son sus familiares y eso no se corresponde con las convenciones”, aclara Hermans. Quizá se puede modificar algo en la manera de celebrar. Quizá uno mismo puede contribuir a que una celebración sea menos aburrida. Para eso, también debe reflexionar sobre con quiénes quiere seguir manteniendo vínculos.

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Si todo eso no es posible, se puede decidir no asistir más a estos encuentros. Se resuelve de forma diplomática con una excusa. “Eso, excepcionalmente, es legítimo. Puede ser una solución transitoria, porque no ofende a nadie”, explica Riedel. Lo más sano, añade, es, incluso en esos casos, ser auténtico. Por ejemplo, si se trata de un cumpleaños, el afectado debería encontrar una manera de hacer llegar sus saludos al cumpleañero e incluso de pasar un tiempo con él, aconseja.

dpa

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