Ser mujer y joven son dos características de la emigración cubana actual, lo que deja a este país caribeño de casi 11,2 millones de habitantes con una población cada vez más envejecida y que pierde parte de sus generaciones de relevo.
La ingeniera en programación Sissy Ramos, antes de tomar un avión a Islas Caimán y luego a Estados Unidos, donde se acogió a la Ley de Ajuste que desde 1961 facilita la residencia de cubanos que toquen su territorio, le dio un abrazo a su mamá y a su novio, con la esperanza de reencontrarse pronto.
Si bien el Decreto-Ley 302, de enero de 2013, derogó las restricciones gubernamentales para salir del país o regresar luego de haber perdido la residencia. Como en el resto del Sur en desarrollo, la emigración de Cuba es cada vez más femenina. En 2012, de las 46,662 personas que se fueron, 52 por ciento eran mujeres, la cifra más alta después de las 60,000 que partieron en 1980, cuando se abrió para este fin el puerto del Mariel, producto de tensiones migratorias entre Cuba y Estados Unidos.
A su vez, los grupos etarios con más emigrantes van de 20 a 40 años, una tendencia que se mantiene, según Antonio Aja, director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana. Becas académicas, contratos laborales, matrimonios con extranjeros, reunificación familiar o visitas personales de las que no se regresa, son algunas de las vías utilizadas para vivir en el exterior.
“La mayoría prefieren emigrar solas y representan la principal fuente de ingresos para sí mismas y para sus familias, a las que casi siempre envían remesas”, destacó Marta Núñez, socióloga y profesora de la Universidad de La Habana.
Las emigrantes cubanas se caracterizan por planificar la maternidad “una vez insertadas en las sociedades de destino”, expone la demógrafa Gretel Marrero, en un artículo publicado en el anuario de 2011, del Centro de Estudios de Migraciones Internacionales de la Universidad de La Habana.