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Las contradicciones de Julita Alonso

Julita es optimista. Sus años de trabajo como psicóloga, y sus profundas indagaciones sobre el ser humano le hacen creer con firmeza que estamos en un momento de transición.

Uno en el que el machismo se va convirtiendo en una patología y no una norma. Hija de familia creativa –su abuelo abrió su propio negocio de calentar agua para que la gente se pudiera bañar en los días fríos de Santa Cruz del Quiché– se considera una psicóloga con mente de ingeniera, que trabaja en diseñar nuevas herramientas para ayudar a las personas.

Sus padres decidieron –aconsejados por la madrina– llamarla Julita, no Julia. Pero resulta que Julita pesó más de diez libras al nacer, fue la más alta de los seis hermanos y siempre la última en la fila del colegio cuando los formaban en orden de estatura. “No eres Julita si no Julota”, la molestaban los compañeros, y Julita aprendió a vivir con esa contradicción y a crecer y a crecer más, no solo en su metro y 75 centímetros de estatura, principalmente creció en su consciencia, en su lucidez y en su inteligencia. En la mente grande de Julita caben los números y las letras por igual, tiene habilidades científicas y humanísticas.

Julita Alonso es psicóloga, creo un método llamado Mindset Detox y es además coach y presentadora del programa radial Urban Health. Es una mujer optimista, positiva, en esta entrevista habla más sobre su particular forma de ver la vida.

¿Todos estamos hechos de contradicciones?

Yo creo que sí y creo que muchas veces esa es fuente de frustraciones.  Escucho a personas que dicen que terminaron la universidad y consiguieron un trabajo, pero no se sienten bien allí y descubren que había otras cosas que querían hacer, se preguntan para qué estudié tanto si yo tenía otros intereses. Creo que constantemente peleamos con ese “no casar” en el molde, pero también creo que gracias a Dios nos estamos liberando de eso, descubrimos que estamos hechos de contradicciones y nos damos cuenta de que eso no es una desventaja sino algo que nos hace únicos y nos abre la puerta a la libertad para explorar qué más podemos hacer.

Para mí el éxito es cumplir mi misión en la vida, ¿cómo sé cuál es mi misión? Alguien me dijo que es cuando no estás preguntándote: cómo este trabajo me va a dar para comprarme un nuevo carro, sino piensas que podrías vender tu carro para continuar en esto. Si estás dispuesto a eso es que estás haciendo lo que es realmente tu misión. En mi familia hemos tenido un valor de servicio muy fuerte, pero al mismo tiempo también tenía un montón de metas materiales, entonces llegó un momento en el que empezaba a entrar en contradicción. Muchas contradicciones, como la de voy a ser buena mamá o voy a ser buena en mi trabajo. Y el estrés que sentía era eso, estaba poniendo en contradicción.

¿Es contradictorio ser buena mamá y buena en el trabajo?

No es contradictorio, pero hay prioridades.  Tiene que estar ordenado uno sobre otro. Creo que a veces el ideal de ser mamá hace que perdamos ese balance, pongo un ejemplo: yo le quiero dar de todo a mi hijo porque eso me hace ser “buena mamá”. Entonces resulta que lo que hago es trabajar y sin querer empiezo a trabajar un montón y a desgastarme, y cuando por fin le puedo comprar el juego que quería lo que recibo es una mueca de desagrado, y tú dices dónde quedó todo ese agradecimiento que yo esperaba, por qué no lo tengo si yo me estoy matando por darte esto. Es precisamente por eso, porque lo que no vemos es que mientras nuestros hijos estaban almorzando nosotros estábamos trabajando, a la hora del desayuno los estamos apurando porque yo tengo que ir a mi trabajo, se vuelve un fin perverso y se nos da la vuelta muy fácil.

Y sucede también al revés, dices “yo quiero darle toda la atención a mi hijo” y luego estás mal en el trabajo y no tienes tiempo para ti.

Hace tiempo hicimos un taller que se llamaba Un legado de amor, en el que hablábamos de que nosotras como mujeres nos desvivimos por nuestros hijos, nos desvivimos por nuestra pareja, el legado de amor es lo que heredamos, el molde que hemos creado con nuestras acciones diarias y si lo que yo hice fue desvivirme por alguien más, vaciarme a mí para darle a alguien más, eso es lo que ellos van a idealizar. Es lo que las mujeres van a creer que tienen que hacer y es lo que los hombres le van a pedir a su pareja. ¿Qué es lo que queremos para nuestros hijos?  que sean libres, que disfruten de la vida, que sigan sus sueños. Eso es lo que tengo que hacer yo por mí; si yo quiero que mi hijo se valore entonces me tengo que valorar yo, porque si no mi hijo no va a tener ejemplos de cómo se hace eso.  Si quiero que mi hijo alcance sus sueños él tiene que ver cómo yo alcanzo los míos.

Todo esto que hablamos son cosas que no suelen preguntarles a los hombres… pocas veces se les pregunta cómo combinan su paternidad con el trabajo, como si este fuese un problema solo de mujeres.

Y me parece una tragedia que no hagamos esas preguntas a los hombres, porque descubriríamos algo muy lindo, tengo muchos ejemplos de padres que se desviven por sus hijos. Al no hacer esa pregunta nos estamos perdiendo de conocer el inmenso amor, la calidez que existe en los hombres que sí están allí, y eso nos ayudaría a romper con esta limitación mental que nos hemos puesto de los roles de hombres y mujeres. No hacer esta pregunta no nos deja ver que sí somos equipo y que los hombres anhelan esos espacios.

Creo que nosotras tenemos que ir haciéndoles espacio a los hombres para que ellos puedan introducirse en este ámbito. Me atrevería a decir que esto es otra herencia de esa idea de “sacrificio materno” que nos han inculcado. No le hemos dejado el lugar al hombre dentro de la familia. Desde el momento en el que entra por la puerta le hacemos notar que la reina del sacrificio soy yo.  Yo te lavo, te cocino, te atiendo. Esto es un baile de dos. Y por la experiencia que tengo en la clínica sé que los hombres se están cansando de eso, de la deuda emocional que genera ese sacrificio. Porque al final no importa qué hagan, la mujer siempre es la que se está sacrificando. Entonces, qué pasa cuando llegamos y les decimos “adiós, me voy” y ellos responden “pero si los niños no han comido” y tú les dices “allí está la refri” y te vas.

Lo que dices es bastante optimista y me encanta oír que en la clínica estás escuchando historias de hombres que reclaman ese espacio, pero las cifras de violencia contra la mujer son altas. A muchas mujeres, si dijeran “allí está la refri”, les darían un golpe.

Por eso es importante entender que estamos en una época de transición. Por primera vez la presidenta de Agexport es mujer, pero al mismo tiempo el número de feminicidios es muy alto. Creo que el hecho de que sepamos esto es porque estamos más conscientes de lo que está pasando, las redes sociales nos mantienen al día de todo.

Pero lo que yo he percibido desde mi experiencia clínica, es que los hombres aman muchísimo. Lo que pasa es que también han en estado bajo unas expectativas sumamente rígidas: “los hombres no lloran”, son los que proveen, es una señal de virilidad para un hombre poder mantener él solo una casa. Por supuesto que hay machismo, por supuesto que hay violencia. Al machismo yo lo pondría dentro de las dinámicas patológicas, ya no es la norma.

Nosotras como mujeres podemos ayudar y podemos recibir a los hombres cuando están tratando de salir de esa rigidez, y ese es un trabajo fuerte, porque es aceptar a los hombres en su vulnerabilidad. ¿Qué tanto las mujeres podemos tolerar la vulnerabilidad de un hombre?, nos educaron en la idea errónea de que el hombre tiene que ser fuerte porque si no, no sirve.

Hablemos de tus métodos ¿Qué es el detox mental?

Es una metodología con la que entiendes cuál es tu punto actual, donde estás y hacia dónde te quieres mover. Hay tres cosas que te van a dificultar ese proceso: una es lenguaje, porque racionalmente no tienes el lenguaje que te lleve ahí, por ejemplo, no es lo mismo decir “la mujer tuvo que trabajar” a decir “la mujer quiere trabajar”, “la mujer disfruta trabajar”. El cambio poderoso que hace una sola palabra. La segunda son las emociones, cómo hacemos para diluir esas emociones de forma intencionada y con precisión, en lugar de estar hablando meses en terapia, se pueden hacer unos ejercicios específicos para que esa emoción de diluya. La otra tiene que ver con lo que pasa con tus prácticas, nosotros podemos hablar, pero si eso no lo traducimos a la vida diaria, no se va a materializar.

¿Qué es el coaching?

Es una metodología que te lleva de un punto A al punto B subjetivamente, y a partir de este cambio interno tú puedes ver las cosas externas desde otro punto de vista. Eso quiere decir que te vas a mover en el mundo externo desde una posición distinta.  Curiosamente hay algo que tiene en común con el psicoanálisis, y es que ambos buscan que te des cuenta de que la vida no es como la estás viendo, estás viendo solo lo que tus lentes internos te permiten ver, pero no es lo que está pasando afuera.

Como el mito de la caverna, de Platón, que dice que vivimos en una caverna y solo vemos las sombras de lo que hay afuera…

Así es, miramos solo sombras y no se trata de idealizar que nos vamos a salir de la caverna, lo que creo es que tenemos que entender que no pasa nada si nadie está expuesto a la verdad, lo importante es que podamos comprender que todos estamos en esa caverna, que todos estamos viendo cosas distintas y que tu perspectiva va a ser distinta a la mía y ninguna de las dos es la real y podemos platicar acerca de esto y convivir perfectamente sin pelearnos.

Pero en la práctica eso no siempre pasa. Es común ver cómo se rompen las relaciones por no poder aceptar los puntos de vista del otro. Por ejemplo, cuando alguien dice “que buena fue la CICIG” y otro responde “no, fue terrible”, se arman peleas intensas, irreconciliables a veces.

Todos tenemos un lente y todos vemos la vida a través de ese lente, pero ¿qué es lo que nos hace como seres humanos tener un apego a un lente en especial? Esa es la historia emocional, mientras más alta sea la emoción más difícil va a ser desprenderse de esa idea, la emoción es como la goma con la que se nos pega el lente. ¿Qué es lo que pasa con estas ideas a las que nos aferramos al nivel de romper lazos familiares o de tener problemas en el trabajo? Es que hay heridas allí, es un dolor y hasta que no tengamos la capacidad de reconocer el dolor y poder diluirlo no va a mejorar. Esto nos sirve para entender por qué hay unos temas en los que tenemos la mecha corta y otros en los que tenemos una capacidad de escuchar. La diferencia es que en uno hay una herida, algo que viví con dolor y no lo pude procesar.

 

 

 

 

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